Código Postal 7263
En los últimos días, con temperaturas cerca de los 0 grados, organizaciones sociales y más de 700 voluntarios recorrieron las comunas de la Ciudad para registrar a quienes viven en la calle. El resultado provisorio expone un aumento de las personas en esa situación y mayor vulnerabilidad ante el abandono y la violencia estatal.
“Cuando tenés un problema o necesitás algo, ¿a quién le pedís ayuda?”, pregunta Tatiana, censista de una organización social, parada en el centro de la Villa 31, en una mañana de ola polar. “¡A nadie!”, se apura a contestar H., un hombre robusto de 35 años que no tiene hogar. “¿Para qué voy a pedir ayuda? Después te lo echan en cara”. La censista levanta la mirada, lo deja hablar, y vuelve a su planilla. “Me refería… si pedís ayuda en un programa o institución del Gobierno de la Ciudad, fundación u organización social, parroquia, policía, familiares, amigos, vecinos…”. H. observa a su hija de 8 años parada junto a él, soplando un mate cocido desde donde salen hilos de vapor. “Ah, no. No pido ayuda a nadie”, dice mientras abre con los dientes un paquete de galletitas saladas: “Me las rebusco solo. Cartoneo”.
Son las 10 de la mañana del jueves 26 de junio y acaba de comenzar el Tercer Censo de Personas en Situación de Calle en el Barrio Padre Carlos Mugica. La iniciativa fue organizada por Barrios de Pie, Proyecto 7, La Patria es el Otro e Irrompibles, junto a otras agrupaciones y más de 400 voluntarios. Durante los tres días siguientes, más de 700 censistas con pecheras verdes recorrieron las 15 comunas para relevar a los hombres y mujeres sin hogar en la Ciudad de Buenos Aires. Los resultados oficiales de la encuesta se darán a conocer la próxima semana. elDiarioAR acompañó en exclusiva el trabajo de relevamiento.
En la Villa 31 un viento frío recorre las casas de colores intensos construidas unas sobre otras con escaleras de caracol. Algunas tienen puertas abiertas donde se venden panificados y otras están completamente enrejadas a esta hora de la mañana cuando el barrio se pone en marcha, con ventas de frutas y verduras, puestos de sánguches, ofertas de fideos y huevos que se exhiben entre transportistas que dejan atrás a herreros, bicicleteros, carniceros, barberos, kiosqueros, reparadores diversos. La luz que proviene del cielo despejado no atenúa la baja temperatura. Por el frío extremo que comenzó ni bien llegó el invierno, oficialmente desde el gobierno porteño se solicitó llamar a la línea 108 para asistir a las personas más vulnerables.
Los censistas, militantes de Barrios de Pie, ahora vuelven a escuchar a H. Los referentes Sol Lacava, Juan Rey, Felicitas Salinas y Tatiana Casanello acompañan la entrevista. “¿En los últimos dos años aumentó la violencia contra las personas en situación de calle?”, le preguntan. H. asiente. Bajo una gorra negra, sus ojos grandes y almendrados, ligeramente caídos y vidriosos en el rostro moreno dan una expresión triste o profundamente serena, acaso por el sueño o la medicación que empezó a tomar para dejar el alcohol.
–¿Quién ejerce la violencia? –pregunta Casanello mientras Rey, que carga un bidón con mate cocido, le sirve un vaso más a la nena de H. Salinas, con una caja llena de galletitas, le acerca otro paquete.
–La policía. Siempre la policía –contesta H.–. Y los de Espacio Público, esos son re zarpados. Y ahora la gente del centro también, el otro día me sacaron a patadas, tuve que salir corriendo.
–¿Los vecinos? –le repreguntan.
–Sí, los vecinos del centro, entraron a bardearme y tuve que salir corriendo.
Con la llegada del invierno y a través de un decreto, el gobierno nacional se desligó de las personas en situación de calle –cuyo universo creció en CABA un 122% desde 2017 y un 55% entre 2022 y 2024–, y pasó a estar a cargo exclusivamente de las provincias y los municipios. Las relatorías de la ONU sobre Vivienda y Pobreza denunciaron un patrón de criminalización en las políticas de la Casa Rosada: desalojos, destrucción de pertenencias y un aumento del 2.137% en contravenciones. Las denuncias por violencia institucional crecieron un 128% en un año.
“Intento explicar que la violencia no se responde con más violencia”, apunta Florencia Fuertes, psicóloga del CAAC, el centro de atención a consumos problemáticos desde donde partieron los censistas. “Es muy complejo: hay violencia estatal, criminalización, y una sociedad que no los acepta”.
Para comenzar la jornada, los censistas reparten planillas, cargan mate cocido y salen del CAAC. Antes de dividir las zonas, Sol Lacava da un mensaje: remarca la importancia del censo frente a cifras oficiales distorsionadas y explica que no se difundió la fecha del relevamiento para evitar desalojos previos. Minutos después, el grupo se encuentra con H., el primer entrevistado, que ahora mastica una galletita mientras Tatiana formula la siguiente pregunta:
–¿Qué pensás que te ayudaría a salir de la situación de calle? ¿Trabajo, vivienda, tener un motivo, volver a tu casa, un subsidio, superar un consumo?
–Un trabajo. Por supuesto que un trabajo –responde H. Es de Tucumán, pero vivió casi toda su vida en Capital. Terminó la primaria.
–¿Y el consumo? –pregunta Tatiana, cerrando la encuesta.
–Si tengo trabajo, ¿para qué voy a consumir? –reflexiona H. y cuenta que recientemente le entregaron los análisis clínicos: “Ni tuberculosis tengo”, celebra.
El relevamiento de personas en situación de calle se realizó con un protocolo riguroso: las entrevistas duran unos 20 minutos y, si no pueden concretarse, se registran características del entorno y la vestimenta para evitar duplicaciones. Los datos se cargan en una aplicación que descarta observaciones repetidas. Los equipos fueron capacitados para abordar con cuidado, evitando intervenir si la persona está dormida, en ranchada o bajo efectos de sustancias. En esos casos, solo se la registra como un número.
Aunque los resultados aún no están procesados, los primeros relevamientos indican un notable aumento de personas en situación de calle durante el último año, muchas de ellas con estudios, profesiones u oficios, y sin consumos problemáticos. Se observa una fuerte presencia de personas mayores y casos donde los problemas de salud mental son centrales, pero sin acceso al sistema de salud. Las denuncias por violencia institucional también se repiten: en varios barrios se señala a agentes de Espacio Público como responsable de desalojos y hostigamientos, lo que empuja a muchas personas a refugiarse en los barrios populares.
“Fijate, acá en la villa, que está lleno de personas durmiendo en la calle. De la gente que camina, te podés dar cuenta quiénes no tienen hogar porque cargan bolsas y por cierto aspecto desaliñado. En el último año, en los barrios se triplicó la gente en situación de calle. Es porque el gobierno los desaloja de la Ciudad, los barre, para que no se vean; pero acá están”, dice Sol Lacava, referente de Barrios de Pie, que sabe de lo que habla: vivió un año y medio en la calle, precisamente en Chacarita. Madre de cuatro hijos, hoy coordina el Tercer Censo y conoce los casos más extremos.
“Cuando caés en la calle, al principio sentís que todos te miran. A la semana, sos un árbol, parte del pavimento. El mundo gira y vos quedás afuera. Te angustiás, te deprimís, te enojás con todo: con la sociedad, con Dios. Tu aspecto cambia y ya ni te dejan entrar al baño. Después viene lo peor: te acostumbrás. La calle se vuelve tu casa. Conseguís comida y volvés a la calle. Te tomás un colectivo y volvés a la calle”, completa Lacava.
Ahora el grupo de censistas avanza, se encuentran con una mujer y un hombre que no quieren ser entrevistados, consumiendo pasta base en una esquina. Registran el lugar, las pertenencias y vestimenta: calza negra, campera marrón. Entonces se dirigen al “Paredón”, sobre la calle Colibrí, una zona solitaria y fronteriza dividida por un largo tapial verde de tres metros de alto donde el viento se siente más que en cualquier otro sitio y suelen estar “los más finos”, dice Felicitas. “Acá están los más picantes”, aclara.
“¿Querés algo calentito?”, ofrece Felicitas a una joven de 25 años temblando, sentada en la calle de tierra frente al Paredón. Recibe una negativa de respuesta. “¿Segura? Tomate un mate cocido, nena, acá tenemos unas galletitas”.
Nacida en Santa Cruz de la Sierra, Bolivia, y radicada hace 15 años en Retiro, Felicitas es la puerta de entrada al barrio, en el que todos la conocen y saludan. Con cierta incertidumbre, B. accede a dar la encuesta. “No sé, caí en la porquería y por problemas de familia”, contesta cuando le preguntan por qué no tiene hogar.
“Hacemos todas estas preguntas, entre otras cosas, para derribar ese concepto que tiene mucha gente de que muchas personas eligen estar en la calle”, explica Lacava. “La calle no es un lugar para vivir, mucho menos para morir”.
Bajo el puente Avellaneda, el tren despierta a L., acostado en un colchón, debajo de una fina frazada. Usa un bolso de almohada, al lado del cual hay una manzana mordida. El joven recibe mate cocido, galletitas y acepta la entrevista. Tatiana se sienta, le habla. L. se pone de costado y la observa. Moja una galletita en el mate y la deshace en la boca: casi no le quedan dientes. Otro muchacho, que no quiere ser entrevistado, se acerca a escuchar y desayunar. Hace una mueca.
–Yo soy el psicólogo de todos estos –lanza–. Los escucho y aconsejo, pero no me hacen caso.
Todos ríen. Los censistas le muestran la ubicación del CAAC, donde atiende Florencia, la psicóloga.
–¿También hay para comer? –pregunta L. desde el colchón.
A medida que avanza la mañana, más personas se acercan en busca de algo caliente. Algunos vienen descalzos, otros con frazadas. De lejos, otro simpático bromista sin hogar pide que le lleven el mate cocido “a domicilio”. Luego se acerca y señala una gigantografía de Adidas delante de unos altos hoteles de lujo, donde se ve la fotografía de un hombre de belleza hegemónica.
–Así era yo cuando me afeitaba –se jacta.
Otro, en remera, pregunta por paradores en Villa Lugano: “Mis hermanos se fueron para allá y también están en la calle”. Exageradamente educados y lúcidos, desayunan junto a los censistas y cuentan sus historias.
“Estar en la calle es el último escalón. Para que eso ocurra, antes se pulverizaron todas las instancias”, dice Lacava, quien recuerda con cariño a un excombatiente de Malvinas que supo cuidarla de los peligros de la calle durante su estadía en el asfalto. “Hacer el censo es una experiencia que te atraviesa, de mucha emoción, de gente que necesita que la escuchen. Hay tantas historias de personas que están rotas. Pero hacer el censo con este frío es terrible, porque una se va con la sensación de no saber si esa persona va a estar viva al día siguiente…”.
Lacava se conmueve, ingresa a un terreno más oscuro. Hace una pausa y elige abrir otra puerta, impregnarse del insumo fundamental que sostiene a cualquier militante de base para seguir caminando los barrios: el optimismo. “Sin embargo”, dice mirando una planilla desde su celular, “para este censo se anotaron más de 400 voluntarios; es decir, todavía hay mucha empatía”.
LN/MC
El panperonismo tiene este sábado un nuevo congreso marcado por la tensión de cara a la definición hacia las elecciones. Escenas sobre el hijo de Cristina marcan el ambiente interno. ¿Habrá una lista o varias?
Máximo Kirchner y Gabriel Katopodis discutieron muy fuerte en los últimos días. La escena difiere en detalles de acuerdo a quien la cuenta, desde que “casi se van a las piñas” a que se metió “un gordo de seguridad” para “ubicar” al ministro de Infraestructura de Axel Kicillof, quien no paraba de gritarle “callate la boca” al hijo de Cristina Kirchner. Pero la pelea política que se vivió el martes en la Quinta de San Vicente –confirmada por cinco fuentes distintas a elDiarioAR– revela el grado de tensión de cara al cierre de los frentes electorales del próximo miércoles 9. Este sábado el panperonismo vuelve a encontrarse en un congreso en Merlo con una incertidumbre clave: no está definido si habrá finalmente una alianza de unidad entre el kirchnerismo, el axelismo y el massimo.
La tirria entre Máximo y Katopodis terminó con una paz pactada en una conversación a solas entre ellos: “Gabriel tiene buena relacion historica con él y es un compañero”, aclararon en el entorno del exintendente de San Martín. Un punto en la discusión fue justamente la locación del congreso de hoy. El domingo pasado en la cumbre que compartieron Kicillof, el hijo de Cristina y Sergio Massa, el gobernador “pidió” –apuntó un funcionario bonaerense– que el congreso sea en La Matanza, terruño de Fernando Espinoza y de la vicegobernadora, Verónica Magario, que suena como potencial candidata para la Tercera Sección Electoral. Kirchner no quiso: “Máximo estuvo intransigente. Se levantó y se fue. Acto seguido se levantó Massa y también se fue”, dijo la misma voz consultada. En Merlo gobierna Gustavo Menéndez, parte del primer anillo de confianza del hijo de Cristina.
Pero más allá de esa discusión de formas, la pelea es de fondo: para el miércoles próximo todavía está en duda la conformación de un frente único porque aún están en juego las cabezas de todas las listas que tienen que presentarse diez días después, el 19 de julio. La elección para la Legislatura bonaerense es el 7 de septiembre, pero es un domingo que tendrá prácticamente ocho elecciones simultáneas. Hay zonas que eligen diputados y otras, senadores. En el tramo de abajo de las boletas, todos los municipios renuevan concejales y consejeros electorales.
Juan Grabois llegó a plantear en la semana en C5N que podría haber distintas listas y un funcionario de Kicillof adelantó a este medio que actualmente existe la posibilidad de que se anoten al menos tres frentes electorales del peronismo, más allá de que al momento del cierre de listas algunos sellos queden en el camino. “Son tensiones comunes en estos momentos de cierre. Va a estar todo bien, hay un frente común”, contradijo un vocero con territorio propio.
La falta de resolución gravita en si el criterio preponderante para conformar las listas es la unidad ante todo, el grado de conocimiento del potencial candidato en cada sección o la propiedad de la lapicera. ¿El peronismo provincial lo conducen Kicillof y sus 45 intendentes o Máximo y sus aliados en el PJ bonaerense? Además está en debate la narrativa de la campaña: “La Cámpora plantea que el eje único tiene que ser la libertad de Cristina. Nosotros planteamos que ese tema es importante pero también hay que hablar de la agenda que le preocupa a la gente”, dijo alguien que habla con el gobernador.
“Hoy está todo muy tenso. El pibe tiene mucha bronca acumulada y parece que no tienen ganas de acordar”, aseguraron sobre Máximo en una intendencia del conurbano que tiene buena relación con el kirchnerismo. Un operador peronista sintetizó el nerviosismo existente en el detalle anecdótico de que el hijo de Cristina pasó, en el último tiempo, a fumar el doble de cigarrillos. “Katopodis es Axel yendo contra La Cámpora”, lanzaron en el kirchnerismo. “El gobernador quiere la unidad, pero no quiere una unidad donde se lo humille”, devolvieron desde La Plata.
Tras la discusión macro, la Tercera Sección –que corresponde al sur del conurbano– sigue siendo incómoda tras la proscripción de CFK. Es un bastión histórico del peronismo pero que no tiene un único dueño. Los intendentes aliados con Kicillof no podían negar a Cristina como candidata pero ahora no están dispuestos a aceptar sin condiciones a Máximo como un “heredero natural”. Lo dejó en claro el vicepresidente del PJ de Avellaneda y titular de la CGT regional, Héctor Villagra: “No vamos a acatar un carajo lo que diga Cristina”.
En el peronismo ya circula como borrador que para la Tercera, donde se eligen 18 representantes para la Cámara de Diputados de la provincia, al menos la mitad de los lugares en la lista vaya para el Movimiento Derecho al Futuro; del resto, La Cámpora pondría a uno o dos nombres más que el Frente Renovador. Sería una negociación beneficiosa para el axelismo, que revelaría otra pintura sobre las últimas reuniones: en la cumbre del domingo Kicillof se habría mostrado con mucha mesura, frente a un Máximo visiblemente alterado.
Me hincharon las pelotas, me voy a mi casa. Mi vieja está presa y ustedes están boludeando
“Me hincharon las pelotas, me voy a mi casa”, contó un operador que dijo Máximo, abandonando el lugar junto con Mariel Fernández, intendenta de Moreno y parte del Movimiento Evita. El hijo de Cristina dejó sentado en la mesa a Federico Otermín, de Lomas de Zamora, como su representante. “Mi vieja está presa y ustedes están boludeando”, habría sido otra acusación lanzada al aire. Entonces Alberto Descalzo, mandamás de Ituzaingó, le contestó, según apuntó la fuente: “Si seguís hinchando los huevos, el próximo que va en cana sos vos y recién tenes 50 años”.
En el kirchnerismo hay una certera preocupación por la cárcel a partir de lo que –entienden– es una alianza entre Patricia Bullrich y la jueza Sandra Arroyo Salgado por la razzia a dirigentes cercanos a Mayra Mendoza, por ejemplo, tras el escrache con caca a José Luis Espert. Ayer en el Consejo de la Matratura los consejeros kirchneristas Mariano Recalde y Vanesa Siley denunciaron al juez por supuesto mal desempeño en el ejercicio de sus funciones. “Arroyo Salgado se está vengando por el tema Nisman y el poder está avanzando como depredadores. Cristina tenía razón –dijo alguien que está cerca de la intimidad de la exmandataria–. No venían por ella, sino que disciplinan al resto a futuro”. Justamente disciplina es lo que parece faltar en el ordenamiento del PJ.
MC
El diputado socialista es un reconocido activista por los derechos LGBTIQ+ y blanco de ataques homofobicos desde diferentes estamentos del poder. En esta columna señala porqué, en nombre de la “libertad”, el gobierno de Javier Milei impulsa un proyecto que restringe derechos, instala el odio y persigue a quienes piensan distinto.
Repudio transversal en Diputados contra “La Misa”, el programa del Gordo Dan: “Es discurso de odio”
Desde el inicio de la administración libertaria el Presidente Javier Milei y su tropilla digital se dedicaron a hostigar, acosar y perseguir a cualquier sector que pudiera representar una amenaza de oposición o resistencia ante la idea de la “batalla cultural” y el discurso único.
Es que en su formulación el proyecto Mileista no se agotaba en la dolarización o la dinamita al Banco Central. Representaba también la faceta de un cambio social profundo en el país a tono con los proyectos de similar calaña en la región y el mundo.
El combate al “marxismo cultural” (en palabras del gurú Agustín Laje) incluye en la Argentina de Milei, el Salvador de Bukele, el Brasil de Bolsonaro, la Hungría de Orban o el Estados Unidos de Trump, la necesaria restitución de los “valores tradicionales”.
Sin “Dios, patria y familia” no hay paraíso. Y es por ello que en una operación constante se cuestionan todos y cada uno de los avances en materia de derechos y libertades conquistados especialmente tras la recuperación democrática de 1983.
Paradójico, ¿no? O no tanto. Parece que el proyecto de la “libertad” se construye restringiendo libertades individuales, cuestionando proyectos de vida y persiguiendo a quien piensa distinto.
En lo personal me tocó aprenderlo desde muy temprano. Apenas asumido como Diputado Nacional tuve claro que el proyecto mileista nos llevaba a un callejón de odio y estancamiento, justamente en el sentido contrario al que necesitaba el país para salir de la profunda crisis en la que nos encontrábamos.
Por eso alcé la voz contra el DNU 70/23 en un tórrido diciembre. Y con enorme convicción voté en contra de la ley Bases.
Allí comenzaron los ataques digitales. Una campaña orquestada y validada por el Ejecutivo a través de la Oficina de Presidencia de la República Argentina (OPRA). Un escrache a cielo abierto por “zurdo” y “narcosocialista”.
Sin dudas el proyecto presentado para develar qué había detrás de la OPRA y las decisiones gubernamentales publicadas a través de una cuenta fantasma controlada por Santiago Caputo, me valió la enemistad libertaria. Que en cuanto detectó que no sólo era socialista sino maricón, viró los ataques hacia el terreno de lo previsible: vincular mi orientación sexual con la pedofilia, el delito más aberrante que alguien podría cometer.
Pedófilo y tenedor de “pornografía infantil”. Ese era el señalamiento que se dejaba ver detrás de las amenazas de inminentes “allanamientos para secuestrar discos duros y pen drives”. Operativos a veces anunciados y otras veces reclamados a las autoridades. Esas amenazas y ataques pasaron a ser parte de la “normalidad”.
Y llegó el discurso de Davos y una nueva asociación homofóbica, pero en ese caso en palabras del Presidente Milei.
El repudio social, casi unánime, y la enorme marcha del 1 de febrero llevaron al coro oficialista a decir que Milei no había dicho lo que dijo. Que se lo había mal interpretado.
El ataque del que soy objeto hace más de una semana, y que tuvo su punto más alto en la “misa” libertaria, confirmó que nada se interpretó mal. Que Milei y sus seguidores piensan lo que dicen, y lo que sienten.
Después de más de un año de ataques llegó el momento de decir basta, hasta acá. No por mí, que tengo una banca y espacios en los cuales defenderme. Sino por cada piba o pibe, por cada persona del colectivo LGBTIQ+ que hoy está llegando al club, a la escuela, a la universidad o regresando a su casa y quizá se enfrente a la mirada prejuiciosa de alguien –tal vez un ser querido– que se esté preguntando íntimamente, ¿Será cierto eso que se dice?
EP/MG
Crítico musical, periodista y docente, Pablo Schanton es reconocido por su enfoque experimental y su afán de expandir los límites del periodismo cultural. Desde los años 80 combina análisis sonoro, arte y pensamiento político.
Pocos nombres y apellidos del periodismo musical argentino cobijan en su pronunciación un universo tan disruptivo como floreciente. Desde fines de los años 80, Pablo Schanton (Buenos Aires, 1965) viene corriendo los límites del mapa rockero. Primero con los talleres con Norberto Cambiasso y luego solo al frente del Club Sónico. La revista Aparato Ruido y su ingreso en el Suplemento Sí!. Los ciclos Estetoscopio y Post Post –en el Goethe Institut de Buenos Aires– y el vínculo con Daniel Melero (como corolario, el CD-libro Recolección vacía). La relación con el Soda Stereo más alternativo y la colaboración con Leo García (con el hit “Morrissey” como frutilla del postre). Solo algunas de sus pequeñas grandes gestas.
Pero el introductor en Argentina de las ideas y libros del crítico musical británico Simon Reynolds no vive del pasado. Junto con Marina Aizen y Daniel Borreli llevan a cabo el Proyecto Eco Eco, militancia ambientalista en pos de tender puentes entre la crisis planetaria y el artivismo; él lo denomina una forma no panfletaria de “ecoartivismo”. A su vez, con su viejo compañero de tropelías, el diseñador Alejandro Ros, componen el dúo de arte audio-olfativo –un desprendimiento del colectivo Agencia de Viajes, en el camino desde 1998– con el que han realizado Perfumancia en 2017 y Cerca en 2019 tanto en Buenos Aires como en Madrid (España).
No obstante lo cual, el Schanton crítico musical sigue auscultando el presente como el abordaje que no hace mucho hizo del trap en la revista Nueva Sociedad. “Lo mío no es una militancia por la música, sino por la intensidad vital: que vivir la música de otra forma lleve a vivir la vida de otra manera. El rock nace de la experiencia de la electricidad a través de la música (y, sobre todo, de la no música, del ruido). Hendrix, que se tomó en serio eso de ‘cantarle al cuerpo eléctrico’ del que hablaba Walt Whitman, preguntaba: ‘Are you experienced?’ y cantaba: ‘Quiero verlo y oírlo todo’ en plena psicodelia. El rock me enseñó eso, que es una voluntad de vivir distinta respecto de ‘la media’; de los valores de la clase media, de los medios y de la vida media, que implican una intensidad media, moderada, aburguesada, sin electricidad”, dirá en algún momento de nuestra extensa y nutritiva conversación por Zoom. Aquí algunos fragmentos de tan apasionada como relajada charla.
- Si tengo que decir algo que marcó mi vida es la revista. O sea, creo en la revista como formato cultural. Ahora queremos hacer con Liliana Viola una que se llame Última, como una celebración terminal de la relación analógica más portable y popular de texto e imagen. Me marcó mucho la conexión con el kiosco, ese entrenamiento en el deseo, imaginando cosas a partir de los títulos en las tapas, y la espera, otra forma de deseo: esperar al kiosquero que te diga si llegó o no llegó la revista. Mi alfabetización pop está hecha de ese tipo de cosas. Don Rosario, que era el kiosquero del barrio, tiraba la Billiken hecha un rollito sobre el portón de casa los sábados por la mañana. Ese día me despertaba el sonido de la caída de una revista enrollada y atada sobre las lajas del piso. Por eso el sábado por la mañana sigue siendo hoy uno de los mejores momentos de la vida para mí, mucho más que el sábado a la noche. Me recuerdo en la cama, hojeando Billiken. Ése era mi Google.
- ¿Se consumía música en tu casa?
- No, solo revistas. Revistas, revistas. Mi papá estaba suscrito a todo. Durante la década de 1970, el recuerdo que tengo es que mi papá llegaba con la Gente pero venía con un olor raro; es que adentro estaba El Descamisado, la revista de los montoneros, que como se hacía en imprentas clandestinas tenía una tinta muy especial. Yo vengo de una familia peronista sotto voce, con la foto de Evita en el placard, pero mis viejos también compraban medios caretas: Padres, Todo es historia, Weekend, Humor y los fascículos de Salvat. Mi mamá: Vosotras, Antena, Mucho Gusto. Mi casa era un kiosco. (Risas) Y yo hacía mis propias revistas caseras recortando y pegando las de ellos.
En 1981, en la Expreso Imaginario avisaban que podías comprarte juntos todos los ejemplares atrasados de la revista. Y fui por todos. El tener esa colección es mi entrada al rock como subcultura. Ya venía comprándola en el kiosco desde más o menos 1978/79: terminé con la Billiken y empecé con la Expreso Imaginario. Y ese año 81, me acuerdo que mi tío me dio un dinero y me fui hasta la avenida Corrientes a comprarme el disco póstumo de Tanguito, el único de él, y un libro que acababa de reeditar editorial Abril sobre poetas y que era de Henri Michaux. Consumí a ambos juntos, como otros bienes culturales que me proponía mi nuevo Aleph, la Expreso (también compraba Periscopio, Hurra y mucha prensa “subte” de entonces, donde también colaboraba con dibujos). Eso era una apertura y un desvío, eso creaba una resistencia. Era plena dictadura, no olvidar.
- ¿Ibas a shows o eras muy chico todavía?
- En verdad, yo vivía en Ituzaingó, iba a un colegio secundario polivalente de Paso del Rey (llegué a tener pre-prehora y post-posthora porque era industrial, nacional y comercial a la vez); así que viviendo en el suburbio no era fácil: dependía mucho del tren. La vida del conurbano es muy ferroviaria. Empecé a ir a recitales más seguido cuando me mudé a Caballito, a fines de los años 80. Yo vengo de la época en la que ser rockero te convertía en el raro, el freak, el marginado. Mi papá era una especie de peronista ateo y estalinista que seguía al padre de Laura Ramos, Abelardo Ramos, y tenía sus momentos de conservadurismo, a veces muy violentos, siempre complicados. Una vez vuelvo de la escuela secundaria y están las pilas de las Expreso Imaginario en la puerta de casa, porque mi papá me las quiere tirar a todas. Así que tuve un enfrentamiento y las salvé del basurero. La iniciación era aprender a resistirse desde ese lugar: no querías vivir como tus viejos. Hubo después unas décadas donde los padres rockeros (como yo) tuvieron hijos rockeros. Eso se terminó con la llegada de internet: ahora volvió la grieta generacional. Pero en los años de la dictadura, si eras rockero, automáticamente eras contracultural, el “raro” de la familia y del barrio. Ese freak siempre insatisfecho, que La Renga quiso retratar en “El Revelde”, justo cuando estaba dejando de existir.
El otro gran corte es la llegada de la democracia y esa especie de masificación del rock nacional después de Malvinas. Para mis primitos, yo era el rockero raro pero un día a mediados de los 80, uno que tenía nueve años aparece con Llegando los monos (1986) de Sumo. Yo no sé si quería ser parte de esa nueva cultura infantil. (Risas) Una cosa que me redime es ingresar a la Facultad de Filosofía y Letras en 1984, cuando los profesores vuelven del exilio y del silencio. De pronto tengo a todos: Josefina Ludmer, David Viñas, Nicolás Rosa, Beatriz Sarlo, Enrique Pezzoni, Jorge Panesi, Noé Jitrik. Eso a mí me voló la cabeza. Ahí entiendo lo que es la crítica gracias a dos libros de Roland Barthes, a los que todavía vuelvo: Crítica y verdad y S/Z.
En 1988 muere mi mamá y casualmente llega a mis manos por el Parque Rivadavia, porque no había Google, una revista Melody Maker del año 87, en cuya tapa está AR Kane; el texto es de Simon Reynolds, quien realiza al final de esa nota la misma divisoria que lleva a cabo Roland Barthes El placer del texto, entre texto de goce y de placer. Eureka: todo eso que yo había aprendido en esos años deslumbrantes en la facultad podía ser aplicado en el mundo del rock. Ahí descubrí todo el indie de allá y el under de acá, y me hice amigo de Daniel Melero.
- Hay algo que atraviesa todo tu quehacer: vas de la escritura al activismo; leáse esto: generar eventos, charlas, conversatorios o hacer traducciones. Pero siempre con espíritu militante.
- En esos días yo no tenía a AR Kane como Simon Reynolds, pero sí a Babasónicos y a Los Brujos. En 1991 me dije: “Quiero cambiar el rock argentino directamente”. Milité lo sónico, no solo inventé el nombre: era una forma distinta de hacer y escuchar rock. Me pregunté: “¿Cómo hay que hacerlo?” Mi logística fue entrista: para lograr el cambio, tenía que entrar en el Suplemento Sí!, esa era la trinchera. Cuando llego al suplemento, en el 91 o 92, en esas votaciones que publicaban a fin de año, los que había ganado eran Los Guarros –esa especie de clonación argentina de Guns N’ Roses– e Illya Kuryaki and the Valderramas –eran como raperos, pero estaban apadrinados por los próceres del rock–. Frente a esta inercia estética, hacía paralelamente la revista Aparato Ruido –donde quería deconstruir todos los clichés del periodismo musical y publicar un casete con lo mejor del under– y el ciclo Estetoscopio en el instituto Goethe, que eran cosas mucho más underground y experimentales. Esta situación anfibia entre mainstream e independencia la moldeé aprendiendo de Daniel Melero: él podía grabar un disco con Soda Stereo o con Gustavo Cerati y al mismo tiempo, hacer un álbum como Recolección vacía (1990) u Operación Escuchar (1995). Por eso después le puse un nombre a esta forma de moverse que desafiaba la idea de “lo alternativo” que se vendía por MTV: lo llamé “alternancia”, la idea era convertirse en un alternante.
- Poder convivir en los dos mundos y salir ileso.
- En un punto era eso lo que tenía como idea en ese momento. Cuando yo llego al periodismo musical, empiezo a estudiar al periodismo que hubo antes en el rock argentino. Había cuatro escuelas. Tenías una que podríamos llamar más o menos “teórica”. Es la de Miguel Grinberg y Eduardo Berti, quien quiso ponerle nombre a esta tendencia con “rockología”, que también es el nombre de un gran libro de él. Grinberg intenta contar una historia del rock argentino desde las ideas, algo que para mí fue esencial. Ahora bien, yo no coincidía mucho con la forma en la que Berti se acercaba a Spinetta, digamos. Imagínate que yo había leído todas las deconstrucciones posibles en la facultad y creía en la muerte del autor y bla bla blá. Entonces, ese plan del fan detective que viene a ser el hermeneuta del hermético no podía digerirla. Eso de preguntar: “¿Qué quisiste decir cuando cantaste tal cosa?”.
- ¿Cuál es la segunda escuela de periodismo del rock argentino?
- La del estilo, que era muy apasionante y con mucha gente que la siguió. Empieza con ¡Agarrate! de Juan Carlos Kreimer, que es el estilo por sobre cualquier cosa que puedas decir. Ese libro es exquisito, tiene una sorna muy sutil. La línea continúa con la última Expreso Imaginario y con todo lo que Roberto Pettinato siguió escribiendo después: el estilo y la ironía; viendo el rock desde muy arriba; siempre haciendo algún tipo de análisis, pero desde el estilo, que citaba el Nuevo Periodismo antes de Laura Ramos. La tercera escuela está ligada al “palo”, al saber, a la data. Alfredo Rosso y Gloria Guerrero estarían ahí. Nunca hay que olvidar que una de las máximas críticas de rock de este país es una mujer. Y Gloria siempre supo explotar su mirada lateral de mujer. Cuando Romina Zanellato estaba por escribir su libro sobre las mujeres en el rock nacional, yo le dije: “Tenemos que leer el modo en cómo Gloria Guerrero enfocaba su mirada lateral de mujer en un show repleto de hombres arriba y abajo del escenario. O sea, cómo ponía su cuerpo una mujer en el rock”. Cuando escribe en una reseña sobre Serú Girán: “Me agarré de la cartera porque me estaban aplastando”, esa pavada –que podría pasar como un detalle mínimo– habla de otra perspectiva, de otro cuerpo, de otro miedo. Eso para mí fue revelador, como su atrevimiento para criticar un disco a contrapelo de la opinión general.
- ¿Y la cuarta escuela?
- Es la que empieza en los años democráticos. Es la escuela de la escuela. Ante la llegada de esa nueva generación –la de mi primito con el disco de Sumo–, había que educarla de cómo había sido el rock hasta ese momento. Esa fue la función de la revista Canta Rock. Entonces, Pipo Lernoud, que era uno de los primeros que había estado en toda esta historia, la empezó a contar de nuevo como “Había una vez…”. Al menos, Marcelo Fernández Bitar publicó en esa línea un libro vital, de consulta obligada, antes de que existiera Google y Wikipedia: Historia del Rock en Argentina (1987). Esa escuela no era para mí. (Risas) Es más, me dije: “Yo voy a romper con todas las escuelas”. Incluso dibujé un mapa nuevo del rock nacional.
- ¿Hiciste un dibujo?
- Cuando entré al Sí!, pensé: “Para hacer lo que quiero hacer, tengo que entender la historia previa del rock y hacer revisionismo después”. Yo me la conocía toda. Incluso hasta los momentos más raros. ¡Hasta tenía el librito de Pescado 2! Entonces hice un dibujo en una hoja gigante con una fibra de color negro con todos los grupos hasta el momento en el que yo iba a empezar a militar adentro del rock. Algo muy forzado si se quiere, muy ambicioso… Bueno, yo tenía veintipico de años. Pero al poco tiempo de publicar ese mapa revisionista, el periodismo de rock se empezó a pensar desde ese eje. No por nada salió el Suplemento No como contrapartida a nuestro trabajo en Clarín.
- En un momento tu militancia la llevaste al corazón de la bestia: comenzaste a escribir letras para algunos músicos. Y lograste con Leo García ese hit imbatible, “Morrissey” (2001).
- Cuando sale Jessico (2001) de Babasónicos, noto que la banda entra en el mundo del periodismo o de la crítica de rock –hasta tiene una canción explícitamente relacionada con eso–, y yo siento que me estoy metiendo en el de la música. Jessico es en parte un disco metarockero, como los que supieron grabar Virus o Serú Girán, como Recrudece (1982) o Bicicleta (1980), digamos. En cambio, yo tomé otro tipo de decisión: me fui desde el periodismo hacia la composición, tomando un objeto de fetichismo básico en mi vida de los años 80, The Smiths. Entonces, repaso toda la lírica de Morrissey y a partir de eso cuento una historia loopeada; a mí no me gustan las fábulas que empiezan con “Había una vez” y terminan con un “The End”, eso que muchas veces Charly García hace, especialmente con las canciones sobre suicidas. Una canción como “Morrissey” tuvo mucha repercusión y también mucho hater: desde el tema “Megadeth” de los Tintoreros a la banda Leo García Is Dead. O Mario Pergolini bardeándolo al aire en la Rock and Pop. Fue una canción sobre enredos queer con beat house, que encendió demasiado a los machirulos de entonces.
- Otro gran momento como letrista fue tu colaboración con Gustavo Cerati en el álbum Bocanada.
- Paralelamente a la grabación de Mar de Leo (García) que Gustavo (Cerati) estaba produciendo, él estaba demeando lo que se convirtió en Bocanada. Íbamos mucho a su estudio de grabación en Vicente López y un día Gustavo puso el loop de Focus que después se transformó en “Bocanada”. Cuando lo escuché, me encantó. Y le dije: “A mí se me ocurre que acá hay algo para decir”. Cuando me estaba yendo para tomar el tren que iba a Retiro, pasé por la cocina –que conectaba el estudio del patio con la salida de la casa– y vi una situación de Gustavo con Cecilia (Amenábar); que tenía que ver con el cigarrillo, con fumar juntos mientras cada uno está en la suya. Ahí se me ocurrió “Bocanada” y la empecé a escribir en el tren. Al llegar a casa, la definí y después él terminó de moldearla. Siempre me gustó hacer de psicoanalista y de sastre de los músicos a los que les hice la letra a medida.
- Imagino que fuiste a verlo al hospital….
- A mí me pegó mucho su final: fui a verlo dos veces cuando él estaba en esa situación comatosa, fue muy traumático verlo así. Algo parecido me sucedió cuando en todos esos años de pandemia empezó a morir gente de mi generación: Rosario (Bléfari), Gabo Ferro, Palo Pandolfo, Flavio Etcheto. Empezás a perder un código generacional, y más ahora que hay una gran grieta entre el mundo analógico y el mundo digital. ¿Con quién voy a hablar ahora de revista Billiken? Hay que asumir que hay referencias culturales y tipos de experiencias que quedaron afuera de la Matrix, como en una prehistoria analógica…
- Perdemos también cierta memoria de nuestras vidas, esas personas con quienes cotejar lo experimentado, ¿no?
- Además, me sonó una alarma de la edad, de cómo habíamos vivido. Porque no somos personas que le hayamos dicho “no” a las drogas o a un montón de experimentos vitales. O sea, habíamos vivido un montón de cosas al extremo, creímos en la experiencia rock. Volviendo a lo de la militancia. Yo me inicié con la revista Expreso Imaginario y con Pescado Rabioso, aunque no fuera un grupo contemporáneo para mí, pero escuchar “Credulidad” es un antes y un después en mi vida. Entonces, lo que quiero no es que la gente escuche una música tal o cual, sino que vislumbre otra forma de ver el mundo. En general, cuando doy talleres, al principio digo: “Si están en esto sólo por la música, olvídense; hay muchas mejores que el rock, desde la música culta y la experimental hasta el jazz”. Hay una cosa que es muy revolucionaria que llegó con el rock de posguerra, que tiene más que ver con el grito, con el golpe, con el ruido de la electricidad, con la no música. El rock nace como una tercera posición entre lo que es la alta cultura y lo que es la industria cultural, y es un lugar de laboratorio popular y global muy interesante, súper experimental. Para mí fue muy importante entender cómo fueron las vanguardias a principio del siglo XX y cómo el rock las retoma a finales del siglo pasado, sumando nuevas formas de llevar el cuerpo y de relacionarse en comunidades.
- Después está la cuestión política.
- Siempre se quiso o derechizar o izquierdizar el rock. Y el rock es una práctica de la contracultura, tal como la define Theodore Roszak, señalando en plena Guerra Fría que el enemigo es la tecnocracia. Según esta idea, la tecnocracia estaba tanto en la Unión Soviética como en los Estados Unidos, así que había que oponerse a ambos sistemas políticos. El rock argentino pudo sobrevivir toda la dictadura justamente porque no era explícitamente de izquierda. Es muy complejo comprender cómo funciona lo político en el rock. Por ejemplo, la remera del Che (Guevara): no implicaba una reivindicación marxista de la lucha armada, sino que bastaba como un signo de resistencia en los años menemistas. Y fijate lo que pasó en estos últimos años. Un presidente de ultraderecha gana gracias a una canción de La Renga como música de fondo. Tanta ambigüedad al final se paga.
En cambio, vos tenés a un (Luis Alberto) Spinetta que siempre se movió desde un lugar absolutamente artístico, en el que ganaban la metáfora, el enigma y la imaginación. Yo tengo una carpeta completa con todo lo que pasó después de Cromañón, con el modo en cómo los medios trataban de entender lo que pasó y de entender el rock. “¿Cómo podía ser que gente con chicos fueran a un lugar a escuchar música?” “Estaban todos apretados, fíjense cómo era el rock. Tarde o temprano pasa eso.” “¿Cómo puede ser que se esté drogando gente?” Aún hoy el rock que llega a los medios llega justamente por la mitad: la que puede digerir nuestra clase media, cuya mayor aspiración es ser atendida por un mozo cubano en Miami.
- En el rock se trata de poner el cuerpo. Como oyente, entre el público. El músico, arriba del escenario. Y así…
- Siempre. De los periodistas y críticos que he conocido, muy pocos le ponían el cuerpo a la música, muy pocos bailaban. Hay un libro de un crítico musical de excelencia, como Esteban Buch, que se llama Playlist – Música y sexualidad (FCE, 2023). Ese libro está en las antípodas de lo que yo pienso sobre la sexualidad y la música, porque desde ya polemizo con su idea de erotismo, y no me interesan las músicas donde busca la representación de esa sexualidad orientada al orgasmo. Nunca me interesó ser como esa persona que se sienta a escuchar un concierto en el teatro Colón, reduciendo su cuerpo a oídos y mente. Como si para escuchar, te tuvieras que sacar las piernas, los brazos, las manos, la panza (donde retumban los bajos más bajos). El cuerpo es todo oídos. ¿Por qué te creés que se tose tanto en esos conciertos paquetes? Porque el cuerpo habla y les dice a sus dueños: “¿No sentís que te están torturando?”. Es una queja del cuerpo. En el rock o en el dance, se oye con la piel, con los nervios, con los músculos… Incluso, se somatiza sin vergüenza, se expone una posesión, una histeria.
Hace poco veía en YouTube un show de Hüsker Dü en un sótano de Londres en los 80. Su líder, Bob Mould, fue uno de mis héroes ochentosos, junto a Morrissey y Michael Stipe, íconos de lo queer o de una ambigüedad sexual que sentía en la otra punta de un Boy George, digamos. Pensaba: si Bob Mould no hubiera entrado al rock, ¿qué habría hecho? ¿Música en un conservatorio? No, habría sido un asesino, o un suicida, como (Kurt) Cobain, a quien ni siquiera el rock le alcanzó. Porque a veces el rock también encarna la pulsión de muerte, ojo.
- Es fundamental tu papel para el arribo de Simon Reynolds a estas pampas.
- Era una cosa que me debía: poner a circular en español al tipo que cambió la forma de escribir sobre música popular en inglés. Tengo una formación bastante anglo de crítica de rock. O sea, no hay otra. (Risas) Leí a todos: Richard Meltzer, Ian Penman, Lester Bangs, Greil Marcus. Hace poco me reencontré con el press book de Sueño Stereo, por el aniversario de los treinta años de ese disco de Soda Stereo, que hicimos con Alejandro Ros. De a ratos pienso que estaba realmente loco cuando escribí eso: analizaba el álbum desde conceptos de Walter Benjamin (hay muchísimas citas embozadas de él), con un estilo muy Ian Penman, siguiendo una naturalidad que ya no tengo. Hoy lo leo y, la verdad, un poco envidio a la distancia lo atrevido que fui. ¿Qué les pasaría a los fans que leían ese texto en sus casas, después de los conciertos del Gran Rex del 95? Qué locura.
- ¿Por qué no hay un libro con tu firma?
- Yo tengo la revista y la reseña como destino. Amo esa situación. Creo más en eso. En estos últimos años hay dos extremos del discurso sobre el rock. Por un lado, el tweet y su limitada cantidad de caracteres. Y por el otro, el libro; que son casi siempre historias de lo mismo: biografías de músicos, la historia de una tendencia. Son como guiones para documentales o biopics de Netflix. Entonces, siento que mi destino es lanzar una reseña y que ese microensayo tenga alguna consecuencia en la opinión pública donde funcione, sea cual sea su alcance. Cuando uno se asume crítico, es algo complicado, porque los demás creen que se es crítico hacia los otros, pero la crítica es un boomerang muy cruel. Yo soy el peor crítico de mí mismo. Ahora bien, pienso que ya estoy grande y debo ser más indulgente y, seguramente, pruebe con antologizarme. Siempre pienso en alguien como Alfredo Rosso, que no tiene ningún libro firmado por él. Y, sin embargo, la influencia que ejerció es tremenda. Es un mito editorial que existe una trascendente bibliografía de rock argentino. Los mejores textos que yo he leído fueron de revistas, palabras vivas que me pegaron en su momento, con un impacto que no me produjo ningún libro, a excepción de experimentos como ¡Agarrate!
- Pensaba en los textos que compartís en la revista Otra parte, por ejemplo, que tienen un calado y una suma de información y análisis importantes. Exigen muchas veces una concentración no habitual en estos tiempos de algoritmo e IA. ¿Cómo convivís con eso?
- El nuestro es un oficio que está desapareciendo como parte de la precarización en la que se encuentra el periodismo en general. Vengo militando contra el algoritmo (no sólo de Spotify) por muchas razones. La básica: es mejor la experiencia que la data. Ojo: la experiencia en el sentido de vivencia aquí y ahora de lo sonoro, pero también de comprensión personal de la tradición musical. Cada crítico debe crear su propio canon. Cuando has vivido gran parte de la historia del rock y el pop de cerca, cada cosa nueva resuena distinto hacia atrás y hacia los costados, más rizomáticamente que como te lo linkea un algoritmo. Sin embargo, ahora pienso que no quiero quedar como un ludita del algoritmo. Hay un tipo de periodismo que morirá indefectiblemente con la IA, el de la data, el de la efeméride y del obituario, el que tiene que subir ya mismo a la web una información. Eso lo hace Chat GPT, y, la verdad, lo hace mejor.
Por otro lado: ¿cuánto está dispuesto un joven digital hoy a experimentar de la música? El rock como cultura giraba alrededor del álbum, pero ahora la cultura joven está más centrada en los games (más que nada, varones) o coreos de Tik Tok (más que nada, chicas), que en un álbum. De lo actual, me interesan los artistas jóvenes que tratan de sobrellevar la saturación de información, que se animan a ser alquimistas en la basura, en el shitposting, en el slop, en el brain rot; la enshittification generalizada, toda esa mierda bah. Por eso estoy más atento a lo que hagan los SWAGGERBOYZ y Lucy Bedroque, que a lo “nuevo” de Ca7riel & Paco Amoroso (ojo: amorosos son eh) o Kendrick Lamar, que no me produce ninguna sorpresa ni excitación. Prefiero a los internautas que experimentan con formas y deformaciones, buceando en el maremágnum digital que les tocó, que a los que tratan de defender “la buena música”, a resguardo de fórmulas ya probadas en el pasado.
- Entonces, ¿qué ves en el futuro inmediato?
- Ahora la cuestión es qué cultura puede ser generada a partir de algo como el “doomscrolling”. Por eso, el rock ya no sirve como formato de digestión cultural, la cosa no funciona más así. ¿La solución está “fuera de la red” como dice La Renga? ¿Quién se atreve a semejante vida de mónada monacal no digital? ¿Hay un afuera de la Matrix? A los críticos de música popular nos quedan solo los márgenes, y aferrarnos a una vocación en plan potlatch, pertenecer a un triste “precariato”, asomar de vez en cuando en las plataformas, abrazar la improductividad en el desierto, mientras nos ganamos la vida con otra cosa… Es que si lo que se demanda es más “infotainment”, será más eficiente la invención de fake news por IA y la opinorragia en los comments. Por suerte, no tengo un súper yo etario que me obligue a pertenecer a eso. Zafo. Ahora, si se desvalorizan la verdad y el juicio argumentado, bueno, ¿qué pasa? Cortemos, no quiero ser tan distópico… (Risas)
Nuestra próxima invitada será Lala Toutonian
En redes sociales volvieron a circular imágenes de la inauguración en 2023 del gasoducto Perito Moreno (ex Néstor Kirchner) asegurando que fue una "escena" y que nunca funcionó. Pero reportes oficiales muestran que funciona desde el 5 de agosto de 2023 y continúa operativo a la fecha de esta publicación.
“Se acuerdan cuando simularon inaugurar el gasoducto Néstor Kirchner y el caño no iba a ningún lado. Que nefastos”, dice una publicación en X con una fotografía del expresidente Alberto Fernández y la exvicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner, junto a la válvula de una cañería. “Así que no hay gas? Mira vos.... Nunca olviden que Alberto y Cristina montaron un escenario para hacerles creer que inauguraban el gasoducto Néstor Kirchner, y luego lo desarmaron. Memoria”, asegura otro mensaje en Instagram acompañado de un video que muestra a un grupo de obreros junto a un tubo, mientras se escucha “están desarmando lo que ayer Cristina inauguró”.
El presidente Javier Milei republicó en X un contenido similar que también circula en Facebook.
El país enfrenta un invierno con temperaturas récord que llevaron al gobierno de Milei a suspender el suministro de gas a industrias y estaciones de servicio el 2 de julio, con el fin de garantizar el abastecimiento en los hogares. Además, eliminó los precios de referencia de las garrafas de gas licuado de petróleo (GLP), argumentando que la libre fijación de precios contribuye a un mercado más sano.
Este viernes se normalizó el sistema de transporte de gas y el Ejecutivo levantó las restricciones. En este contexto, volvieron a circular contenidos desinformativos (1, 2), anteriormente verificados por Reverso —alianza coordinada por la AFP y Chequeado— vinculados al Gasoducto Perito Francisco Pascacio Moreno (GPFM), antes llamado Presidente Néstor Kirchner (GPNK).
El GPFM transporta gas natural desde los yacimientos de Vaca Muerta, en la provincia de Neuquén (sudoeste), hacia distintos centros de consumo. Tiene dos plantas compresoras de gas, ubicadas en los distritos de Tratayén (Neuquén) y Salliqueló (provincia de Buenos Aires). El 9 de julio de 2023 se inauguró el primer tramo en Salliqueló, con más de 500 kilómetros de extensión, para aumentar la capacidad de transporte de gas. Allí, el entonces presidente Alberto Fernández, la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner y el ministro de Economía y precandidato presidencial Sergio Massa accionaron manualmente una válvula de operación.
Algunos usuarios comparten fotografías de ese acto, incluyendo una en la que se observa un tramo de caño aparentemente aislado, para afirmar que el gasoducto “no lleva a ningún lado” y que los funcionarios inauguraron falsamente la obra.
Pero lo que comparten las publicaciones es una imagen parcial del trazado del ducto.
En una secuencia de publicaciones hechas el 10 de julio de 2023 en X por la empresa estatal Energía Argentina, a cargo de la construcción de la obra, se adjunta una foto que muestra la interconexión de ese gasoducto, que transporta gas desde Vaca Muerta, con el gasoducto Neuba II, hacia el Gran Buenos Aires, informaron en julio de 2023 a Chequeado fuentes oficiales y especialistas.
Junto a la foto de la obra, Energía Argentina señaló que la mayor parte del gasoducto se encuentra enterrado, y que la estructura visible se denomina “instalaciones de superficie”.
En ese entonces, Horacio Mizrahi, del área de Prensa de Energía Argentina, indicó a la AFP que la apertura realizada por el mandatario fue “simbólica”, dado que “la válvula que opera un caño que transporta gas a muy alta presión solo la abre personal técnico que opera el gasoducto”.
Eduardo Oreste, especialista en Transporte de Energía y exasesor del Ministerio de Energía durante la gestión de Mauricio Macri (2015-2019), confirmó a Chequeado que lo que se ve en las publicaciones virales es la trampa de scraper o “chancho inteligente”, un dispositivo que limpia los ductos desde una trampa de lanzamiento hasta una receptora, y aseguró que la válvula utilizada en el acto sirve para operar ese mecanismo de seguridad.
Tras la inauguración, se desmontó la válvula usada en la ceremonia y se colocó la definitiva, lo que requirió retirar el cabezal del scraper. Esto es lo que evidencia un video compartido por otros usuarios donde aparece un operario de la empresa Lusalco SA.
Un informe del Ente Nacional Regulador del Gas (Enargas) indica que el 5 de agosto de 2023 comenzó el traslado de gas desde Salliqueló hasta el Área Metropolitana de Buenos Aires a través del gasoducto Neuba II.
Según los reportes diarios, el ducto está en funcionamiento a la fecha de publicación de esta nota. Lo mismo confirmó a la AFP la Secretaría de Energía de la Nación.
Víctor Bronstein, director del Centro de Estudios de Energía, Política y Sociedad (CEEPYS), confirmó a AFP Factual que el gasoducto Perito Moreno (antes GPNK) se encuentra funcionando, aunque con alrededor del 80% de su capacidad máxima, debido a la ola de frío.
Esta nota es parte de Reverso, el proyecto cívico periodístico colaborativo coordinado por Chequeado y AFP para intensificar la lucha contra la desinformación durante las campañas electorales en Argentina.
Las vías de contacto para sumarse son:
por correo a [email protected].
Autores: Agustín Bagnasco y Sofía Barragán (AFP Factual)
Primer editor: Manuela Silva (AFP Factual)
Segundo editor: Manuel Tarricone (Chequeado)