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El consumo masivo baja del primero al segundo subsuelo por una inflación dura de domar

El consumo masivo baja del primero al segundo subsuelo por una inflación dura de domar

Las ventas de supermercados y autoservicios cayeron 5% en marzo respecto del mismo mes de 2024, cuando ya se registraba una baja de 7% en relación a un año atrás. El 80% de las paritarias se cierran por debajo de un IPC en ascenso. Sólo cuatro de cada diez argentinos percibe una mejoría económica.

Hubo un tiempo en que los sábados se llenaban los hipermercados. Pero el pasado sábado 12 de abril apenas unos pocos autos estaban estacionados en el híper Carrefour de la avenida Warnes, en La Paternal. Pese a que el día anterior el ministro de Economía, Luis Caputo, había anunciado que el dólar oficial podía subir de los $1.097 de aquel entonces hasta $1.400, y a pesar de que los argentinos tienen incorporado en su memoria que cualquier incremento de la divisa se refleja en los precios, aquel sábado en las góndolas casi no circulaban changuitos.

El lema “no hay plata”, con el que Javier Milei inauguró su presidencia en diciembre de 2023, sigue vigente para los trabajadores. No había pesos en el bolsillo para ir al súper ni para aprovechar el lunes la apertura del cepo cambiario para personas y comprar dólares. Por algo la moneda norteamericana subió sólo 12% aunque el margen habilitado rondaba el 30%. De ahí que las cadenas de supermercados se resistan trasladar el alza de costos a los precios. No es caridad, es supervivencia.

En marzo, el mes en que la inflación saltó 3,7% antes de la devaluación de este lunes, el consumo en los súper cayó 7,1% respecto de un año atrás, según la consultora Scentia. Es una comparación con un marzo de 2024 también en caída. Es decir, bajar del primer al segundo subsuelo. Los autoservicios independientes, que agrupa a supermercados chinos y almacenes, descendieron un poco menos porque los consumidores los prefieren para compras acotadas, pero también redujeron sus ventas 3,7%. Entre los dos canales, el consumo masivo se contrajo 5,4% contra un marzo de 2024 que a su vez había caído un 7,4% respecto de marzo de 2023, cuando apenas crecía 1,6%.

Consumo en supermercados y autoservicios. Variación respecto del mismo mes del año anterior.

Las ventas que más se caen son las de bebidas con alcohol (-18%) y sin alcohol (-16%) y las compras por impulso (-15%), como las golosinas y otros productos que se ubican cerca de las cajas de los súper. Las de artículos de desayuno y merienda (-1,5%), higiene y cosmética (-3,3%) y limpieza de ropa y hogar (-2%) descienden menos. Sólo crecen y apenas las de alimentos frescos (0,5%) y perecederos (1,2%).

No por nada crecen las ofertas del 50% en la compra de la segunda unidad, a pesar de que era la estrategia de venta que Caputo rechazaba hace un año porque impedía que se reflejara el menor precio en el índice de inflación. Incluso llega a haber descuento del 80% en el segundo huevo de Pascua.

Pero no todo el consumo cae en la sociedad. Los patentamientos de autos nuevos se dispararon en marzo 82%, la construcción mejoró 3,7%; la industria, 5,6%; la exportación, 10,1% y las importaciones saltaron 42% con un tipo de cambio apreciado, que apenas se modificó con la apertura parcial del cepo.

En marzo, cuatro de cada diez argentinos encuestados por la consultora Moiguer consideraba que su situación económica mejoraba. Pero sobre todo así lo percibían en la clase alta (56%). En la media era el 41% y en la baja, sólo el 32%. El director del área de investigación de Moiguer, Martín Eandi, vincula la baja del consumo de marzo a la aceleración de la inflación, así como a la menor llegada de turistas extranjeros y la mayor salida de argentinos al exterior.

Uno de los motivos por los que cae el consumo tiene que ver con la pérdida del poder de compra. Los datos oficiales del salario registrado llegan hasta enero pasado. En el caso del sector privado, los sueldos están 0,7% por encima del ya de por sí bajo nivel heredado del gobierno de Alberto Fernández si se lo ajusta por inflación, según reconoce el último informe del Centro de Investigación y Formación de la Central de Trabajadores de Argentina (Cifra-CTA). Pero sus autores, Pablo Manzanelli y Leandro Amoretti, señalan que si el índice de precios estuviera actualizado de acuerdo con la canasta de consumo actual, donde pesan más las tarifas que a principios de siglo, entonces la remuneración privada estaría 3% abajo. Ni hablar de los sueldos del Estado, por los que pasó la motosierra de Milei: están 16,4% más depreciados que en noviembre de 2023, según la inflación oficial, y 19,5% peor, de acuerdo con el indicador elaborado por Cifra-CTA.

Sólo el 20% de las paritarias firmadas en enero y febrero superó la inflación, según un informe de la consultora CP. El reporte de la firma de Pablo Moldovan y Federico Pastrana lo atribuye a la pauta salarial del 1% que quiso imponer el Gobierno para bajar la inflación, frente a un índice de precios al consumidor (IPC) que no logró domar y ubicar en ese mismo número, sino que fue en escalera: 2,2%, 2,4% y 3,7% en los primeros tres meses del año. Nada de “saludar a la inflación que se va”, como prometía el vocero presidencial, Manuel Adorni, en agosto pasado por la red social X. Encima, con la devaluación de abril, este mes y el próximo el IPC rondaría el 4% o 5%, según anticipan consultores.

“Las paritarias siguen cortas. Continúa la incertidumbre: i) en abril se renegocia el 60% de las paritarias, ii) las próximas negociaciones serán más conflictivas y iii) un rebrote de la inflación puede retroalimentar la dinámica salarial”, advierte el documento de CP. La consultora apunta que este año se interrumpió la recuperación salarial iniciada en septiembre pasado y que en febrero el promedio de las paritarias quedó 4% abajo de la inflación, con hasta 7% en los casos de construcción, el gremio de Gerardo Martínez, y sanidad, el de Héctor Daer, líder de la CGT, mientras que algunos sindicatos aún consiguieron aumentos, como los de entidades deportivas de Carlos Bonjour (9%) y los aceiteros de Daniel Yofra (6%). Los camioneros de Hugo Moyano lograron un 1% de alza real, los de alimentación quedaron en cero, mientras que perdieron 0,8% los bancarios de Sergio Palazzo -que ahora obtuvo una recuperación-, 3,6% los de comercio de Armando Cavalieri y 5,9% los metalúrgicos de Abel Furlán.

El consumo masivo se retrae además porque los consumidores deben destinar más fondos al gasto en otros rubros que se encarecieron más. En el último año, los alimentos y las bebidas no alcohólicas subieron 44,8% de precio, menos que el 57% de inflación, según datos del Instituto de Estadística (Indec) en el área metropolitana de Buenos Aires (AMBA). En cambio, el alquiler de la vivienda, pese a la tan festejada desregulación de Milei y su ministro Federico Sturzenegger, saltó 230%. La luz y el gas, tarifazos mediante, aumentó 156%. Las telecomunicaciones, otro sector desregulado por este Gobierno, se incrementaron 73%. La educación, entre cuotas de colegios privados y útiles escolares, 83%. Con tantos aumentos, no hay plata para el changuito.

AR/DTC

CFK analizó la participación de los asalariados en el PBI: "Todo hace juego con todo"

CFK analizó la participación de los asalariados en el PBI:

Lo hizo al compartir un gráfico que muestra la participación de los asalariados en el PBI argentino entre 1935 y 2024, acompañado de un texto con duros cuestionamientos al gobierno de Javier Milei, a la dirigencia liberal y a los responsables de crisis anteriores.

La expresidenta Cristina Kirchner volvió a posicionarse con un mensaje económico y político desde sus redes sociales este sábado de Pascuas.

“Ese concepto económico, traducido al castellano básico y sobre todo, a una cuestión empírica en la calidad de vida de cada uno de los laburantes, prueba con qué gobiernos la plata te alcanzaba para comprar más cosas, llegar tranquilo a fin de mes y hasta ahorrar…”, escribió la vicepresidenta entre 2019 y 2023.

El gráfico en cuestión fue elaborado por Argendata, perteneciente a la fundación FUNDAR, que según Kirchner es “insospechada de ser peronista o kirchnerista”.

En su análisis, CFK señaló tres períodos de alto poder adquisitivo para los trabajadores:

- 2003 a 2015: “Tres gobiernos del peronismo o kirchnerismo, como más te guste”.

- 1942 a 1954: “Ascenso de Perón desde la Secretaría de Trabajo y Previsión”.

- 1974: “El año de la muerte de Perón”.

A modo de contraste, Kirchner apuntó: “Como ahora, a la inmensa mayoría de los argentinos no le alcanza la guita para nada y la vida cotidiana se hace muy pesada y cada vez más difícil”.

Además, vinculó directamente el deterioro de los salarios con una matriz político-judicial: “Que los responsables políticos de los períodos de mayor participación de los trabajadores en el PBI hayan sido, y sigan siendo, perseguidos, condenados y proscriptos… no es ninguna casualidad”.

En contrapartida, cuestionó el retorno cíclico de funcionarios ligados a procesos de endeudamiento y crisis.

“Los responsables de las estafas financieras del 2001 y el 2018 vuelven, una y otra vez, a manejar el Estado”, escribió, en clara alusión a las gestiones de la Alianza y Cambiemos.

El mensaje finaliza con una de sus frases características: “Como siempre digo, en la Argentina… TODO HACE JUEGO CON TODO”.

MU con información de la agencia NA

Querer ser madre y no poder: dolor, negocio y silencio

Querer ser madre y no poder: dolor, negocio y silencio

Se estima que uno de cada seis adultos tiene desafíos reproductivos, pero el tema sigue siendo tabú. Y aunque las leyes deben acompañar a las que desean maternar, relatan que se encuentran trabas, cargos ocultos y falta de empatía.

Mariela se retuerce hasta encontrar una postura cómoda frente a la cámara de su computadora. Está a punto de entrar en un taller de escritura para volcar sus experiencias en la búsqueda de la maternidad. Apoya la espalda en unos almohadones y entrecierra los ojos. Su día de arquitecta se termina. Con un suspiro se desinfla sobre la cama, aureolas ojerosas alrededor de sus ojos, labios apretados. No ha podido dormir bien las últimas tres noches desde que su empresa de medicina prepaga le avisó que para hacer su último intento de tratamiento de reproducción asistida con sus propios óvulos junto a su pareja, sólo puede optar por tres clínicas: una lejísimos y de la que le hablaron mal, otra a la que ya fue y se sintió maltratada y la última en la que le dicen que no, que la prepaga está incumpliendo los pagos y no atienden más afiliados. Al menos tiene cobertura social. En el sistema público llegar a esta posibilidad es casi como encontrar una perla en el mar vasto. 

Lleva casi cinco años de búsqueda entre análisis, procesos emocionales internos, tratamientos de baja complejidad (inseminación y relaciones sexuales programadas) y de alta complejidad (cuando la fecundación sucede in vitro, afuera del cuerpo de la mujer) que no han funcionado. Está pensando si pagar o no este último intento de su bolsillo. Sabe que la Ley 26.862 la asiste en la cobertura de tres tratamientos de alta complejidad (se discute si es por año o de por vida), y toda la medicación y estudios diagnósticos. Ella lleva dos. Está decidiendo si “gastarse” esa tercera posibilidad con los óvulos de sus 43 -algo que todos los médicos desestimulan- o intentarlo con los de otra mujer más joven, una donante anónima (y por ende con más chances de fertilizar). Todo esto mientras lidia internamente con la incertidumbre y el miedo de que el tratamiento no funcione y ese hijo nunca llegue, con el dolor de otra vez poner el cuerpo -los pinchazos en la panza, las hormonas arrebatadas, la acrobacia de conseguir los turnos médicos, el llano de las esperas en los consultorios, la vida sexual que es un páramo y tiene a un tercero (la ciencia) en el medio- y con sus fantasmas sobre la posible genética extraña de su futuro hijo. 

Mariela es el nombre falso de una mujer real que quiere proteger su intimidad pues el tema sigue siendo un tabú. Y aunque la Organización Mundial de la Salud nomencla la infertilidad como una enfermedad, se sigue viviendo como una falla de la persona.

Decisiones condicionadas

Lo que los psicólogos llaman el “duelo genético” es otro mojón a atravesar, o no. Mariela intenta aceptarlo, pero se pregunta si entonces será “menos hijo”, si entonces se parecerá a la donante y se desconocerán, si acaso los afectará a ambos en su psiquis, en su vínculo, en la construcción de su identidad. En qué pasaría si ese hijo quisiera acceder algún día a los datos de su donante, en el proceso judicial necesario para salvaguardarlos. Mariela se va hacia el futuro porque en esta cuestión todo tiene consecuencias hondas. Su psicóloga, sus amigas, otras mujeres que han tenido hijos con donación de óvulos o espermatozoides le dicen que, al parir, esos miedos se evaporan y lo que más pesa es el vínculo de amor, que la genética es lo de menos, que aproveche esta gran oportunidad que le da la ciencia. Pero ella no está segura. 

Ha escuchado en los grupos de las ONG Concebir y “Abrazo por dar vida”, sobre muchas mujeres que no tienen cobertura, que lo intentan en el sistema público de salud y que quizás logran un tratamiento de baja complejidad. Para la alta complejidad hay cinco centros públicos en hospitales del país (en Caba, provincia de Buenos Aires, Córdoba, San Juan y Tucumán), la lista de espera es larga (y en fertilidad el tiempo biológico es precioso), los cupos son escasísimos y en ovodonación, al no haber bancos públicos de gametos, todo queda supeditado a un posible convenio con centros privados. También al envío de la medicación de Nación o de los gobiernos provinciales. Desde la época del Covid el engranaje ha quedado destartalado y con un funcionamiento mínimo y en este último tiempo -dicen las fuentes consultadas- es aún peor.    

Estar frente al miedo y la incertidumbre de querer y no poder tener un hijo, es toda una epopeya emocional.

Un dolor masivo, pero silencioso

Se piensa muchas veces que con la ciencia de la fertilidad se resuelve todo. Pero cada tratamiento con óvulos en buenas condiciones biológicas (y esto depende mayormente de la edad), tiene una chance de éxito del 30%, según el Conicet. Y el camino puede durar años.

“El dolor de una búsqueda sin suerte es equiparable al duelo por la pérdida de un ser querido”, sostiene la psicóloga especialista Laura Wang.

La burocracia y la economía se enmarañan con las emociones, que tienen sus propias lógicas. Mientras la edad de la maternidad promedio en el mundo se atrasó (según el estudio de fecundidad en la Ciudad de Buenos Aires por ejemplo, pasó de 28 en 2002 a 32,4 en 2021) y los tratamientos de fertilidad crecieron abruptamente en la última década (los gráficos del registro mundial ICMART indican que entre 2016 y 2019 la cantidad de tratamientos de alta complejidad subió de 1.800.000 a 3.400.000), siguen aumentando las mujeres (las personas) que quieren tener hijos y no pueden en un dilema que pasó de ser algo excepcional, a un tema que atraviesa en voz baja las conversaciones cotidianas, pues se lo sigue viviendo con vergüenza. Afecta a uno de cada seis adultos (17,5% de la población) según la Organización Mundial de la Salud. Son, entonces, alrededor de cuatro millones de argentinos, 2.200.000 las argentinas (el porcentual según mujeres edad reproductiva) que no logran un embarazo o no pueden llevarlo a término; equivale a una Mendoza llena. 

Se suman las parejas homoparentales y monoparentales, cuya infertilidad, como se dice en la jerga médica, es “estructural”. Es decir, les falta parte de la estructura biológica necesaria entonces requieren de un tratamiento de fertilidad con donación de gametos (y quizás del cuerpo de una mujer, en los países en los que la subrogación está permitida) o de la adopción para lograr tener un hijo.

Aún siendo algo cada vez más común, el dolor de querer y no poder y todas las peripecias que suelen vivirse en el camino sigue estando socialmente invisibilizado y subestimado.

Poner el cuerpo

A Inés Schvartzman la mandaron a hacer la fila de recepción en el hall de entrada del Hospital Güemes con los pies llenos de sangre. Era septiembre de 2024 y estaba perdiendo su segundo embarazo, esta vez de un mes y medio. 

Se había hecho su tercer tratamiento en siete años, buscaba ser madre en un modelo de familia monomarental con donación de espermatozoides. Había quedado embarazada pero con el transcurrir de las semanas, el embarazo se detuvo y le indicaron esperar que la pérdida se desencadenara sola. 

Sintió que no aguantaba, fue al hospital. Era viernes y le dijeron que iban a internarla y esperar al lunes. Esperó esa cama doce horas hasta que se cansó y se fue a su casa. A pesar de lo que manda la ley, la Obra Social no le cubría el misoprostol necesario para provocar el aborto. Recurrió a una red de mujeres y empezó el proceso en su casa, acompañada de su prima. Unas horas después decidió ir al hospital, con la sangre cayendo hasta sus pies. 

“Parece una paradoja, pero el aborto fue un parto. Yo no terminaba de perderla”. Se llamaba Indiana y la tiene tatuada en su cuerpo, debajo de la nuca, en esa piel frágil que esconde el pelo está el trazo negro en una imprenta redondeada y con una clave de sol trasversal. Dos años antes había gestado hasta el sexto mes a Oliver. Ahora que decidió parar con su búsqueda los atesora, los rememora, los relata como otra manera de despedirse. Con el amor de sus pupilas celestes acuosas y su voz desafectada. Una parte de su cuerpo muestra el dolor, la otra sigue adelante. Lleva puesto el desconsuelo de haber parido a Oliver en una sala de prepartos, de escuchar en silencio los llantos de las otras habitaciones, de bajar el ascensor de salida con los brazos vacíos al lado de una mujer con su bebé. 

Inés tiene un tatuaje para recordar el segundo embarazo que no llegó a término. Denomina “insensateces” a algunas de las circunstancias que vivió buscando la maternidad. Por ahora, dijo “hasta acá”

Se ríe y mueve la cabeza de un lado a otro cuando se dispone a enumerar una serie de “insensateces” que atravesó: fecundaron sus óvulos con un donante de distintas características a las que ella había elegido (como es rubia y de ojos claros, supusieron que buscaba alguien igual); las 24 horas que le dieron de un Juzgado para decidir si quería intentar la adopción de un bebé con discapacidad abandonado en un hospital; los varios zoom en el que distintas personas anotadas en la Dirección Nacional del Registro Único de Aspirantes a Guarda con Fines Adoptivos (DN RUA) “competían” por algún niño declarado en estado de adoptabilidad; la vez que le pidió a su doctora especialmente que no le dijera nada a su pareja sobre la posible donación de su esperma porque sólo iba a acompañarla a la consulta, y fue lo primero que ella hizo al recibirlos; cuando la metieron inútilmente en un quirófano para extraerle óvulos, aún no habiendo detectado ninguno en las ecografías previas. Unos meses después le dijeron: “Debe haber sido un error”, aunque ella está segura de que lo hicieron para cobrar la práctica. 

“Fue todo un proceso de duelo primero aceptar que no iba a estar en pareja para concebir ni a ser madre de la manera convencional. Me tomó bastante tiempo tener la fortaleza y la claridad para poder intentarlo sola. Después vino el duelo de no poder con mis propios óvulos. Después el duelo de las pérdidas de los embarazos, el dolor en el cuerpo, las esperas sin un llamado cuando me anoté en el Registro de Adopción, del que me terminé dando de baja. Y ahora el duelo de decir ‘ hasta acá’. Fue toda una década, ya estoy grande para esto. No quiero sufrir más, o sea, no quiero tentar a la locura”, asegura Inés. 

El costo emocional

Desde su consultorio Wang desmigaja: “Las pacientes dicen que las mujeres que son madres, o van a serlo, cuentan y publican a los cuatro vientos que están embarazadas, y que son esas mismas mujeres, que saben del inmenso lugar que ocupa ese deseo, las que no dan lugar al dolor que produce no lograr un embarazo”. Y aporta: “En nuestra sociedad la infertilidad no tiene inscripción psíquica como trauma. No se habla de ese sufrimiento entre las mujeres y entre los varones tampoco. No hay legitimidad para expresar ese dolor, para hablar del miedo que produce toparse con la posibilidad de no tener hijos”.

“Un reporte de la Fertilty Network del Reino Unido sobre una encuesta publicada en el 2022 -cuenta el médico especialista en Reproducción, Adan Nabel-, describe el impacto de los tratamientos de Fertilidad en las pacientes: 59% expresaron un impacto negativo en su relación de pareja, 47% experimentaron depresión frecuentemente o todo el tiempo, 40% tuvieron en algún momento un sentimiento de suicidio, 36% sintieron que su carrera se vio dañada por los tratamientos de fertilidad. –y se pregunta– ¿Somos conscientes los médicos de lo que sienten nuestros pacientes?”.

Ángeles al comenzar su camino para ser madre. Fueron ocho años, ocho tratamientos, once transferencias y un embarazo detenido antes de la llegada de su hija

Aurora llegó a la vida de María de los Ángeles Castro Stoppini, una mendocina sensible y feroz, después ocho años, ocho tratamientos, once transferencias y un embarazo detenido. Cuando dejó de vivir entre paréntesis, de postergar su vida en pos de ese hijo que no llegaba, cuando instaló en el cuarto que esperaba al hijo un escritorio y muchas plantas, cuando empezó a viajar, a armarse una vida linda y confortable a la que volver, cuando empezaron con su marido a ser una pareja sin hijos, una médica amorosa la convenció de que encontraría a los donantes adecuados, de que lo intentaran una vez más. 

Había empezado un taller para escribir sobre eso: sobre otros posibles finales felices, algo que la psicóloga había habilitado en su terapia de pareja y que le hizo mucho bien. “Estaba armando al fin una vida de cosas que me gustaban y reconfortaban en el alma y empecé a sentir que eso es fértil; para mí eso es la fertilidad, no solamente un hijo”, sonríe Ángeles.

Lo suyo había sido una epopeya, rehén de los dos únicos centros de fertilidad de la provincia en los que los médicos dejaron todo que desear. 

Cuando perdió su primer embarazo lo llamó al médico, que no le contestó el teléfono. Le escribió avisándole que estaba sangrando, él le respondió al día siguiente por mensajito que se quedara tranquila, que era normal. No le hizo caso y fue al hospital: estaba teniendo un aborto. Unos días después, en la consulta, ella expuso su enojo. Él le dijo que su vínculo médico-paciente se había terminado, sin darle ninguna posibilidad ni derivación. Tuvo que ir a buscar a alguien más que la acompañara hasta que no quedaran restos dentro suyo de ese hijo que no sería. 

Ya venía con un camino difícil. En otra clínica le habían querido cobrar un estudio que se mandaba a hacer a Estados Unidos en dólar billete, cuando la regulación permitía pagar con transferencia y a cambio oficial y costaba la mitad. Terminó haciéndolo directamente en Buenos Aires. Cuando volvió a la consulta, el dueño del centro le recriminó que por su culpa ese estudio (el Test de endometrio ERA) ya no se haría más en la provincia, que le había quitado la posibilidad a otras pacientes. 

Como en el caso de decenas de testimonios, justo antes de una de las ocho transferencias del embrión al útero (algo que lleva semanas de preparación hormonal, emocional y medicación costosa), el centro le avisó que debía pagar más: había un problema con la obra social en su caso, y en otros faltaba un insumo que la prepaga no terminaba de cubrir. El pedido de copagos para insumos importados, para técnicas supuestamente no cubiertas por la Ley o para medicación alternativa se ha vuelto moneda corriente. Antes había trabas de obras sociales y prepagas, ahora también de los centros de fertilidad, cuenta Paula Castro, una abogada especialista que después de siete años de tratamientos de fertilidad hoy tiene a Simón de 4.

“Han sido muchos años de mucha violencia por todos lados, violencia simbólica, económica, psicológica. Los médicos no tienen ni idea del daño que generan con lo que dicen. No están preparados, han hecho una especialidad que ha crecido un montón y no se han aggiornado. No saben cómo acompañarte”, asegura Ángeles.

“Han sido muchos años de mucha violencia por todos lados, violencia simbólica, económica, psicológica”, asegura Ángeles. La tensión entre su deseo y los requerimientos económicos de los centros de fertilidad fue constante

El especialista Adan Nabel lo reconoce: “Algunos médicos tienden a creer que los aspectos emocionales no son parte de su sapiencia ni su incumbencia y que somos meros operadores para alcanzar el objetivo de lograr el embarazo”. Es responsabilidad de sus colegas, sostiene, habilitar un espacio propio para un vínculo donde prevalezca la autonomía del paciente para tomar sus propias decisiones.

Agrega: “Este nuevo paradigma de respeto requiere mucho tiempo para poder transmitir conocimientos, para poder comparar las distintas alternativas terapéuticas”. La necesidad del tiempo colisiona con la retribución económica pero no es sólo eso. Encontrar profesionales con sensibilidad sigue siendo la excepción. 

El camino de la adopción

Adoptar también resulta un desafío emocional que empieza con la decisión de tomar ese camino.

Desde la pandemia hubo una baja “muy importante” en los postulantes a la adopción, cuenta Laura Salvador, referente de la ONG Ser familia por Adopción y madre de dos adolescentes que llegaron por esa vía. Ella cree que se explica por la depuración del Registro en base a criterios más estrictos y por la crisis económica. 

La experiencia reciente, cuenta Salvador, es que hay muchos postulantes que han sido convocados en un tiempo relativamente corto ya sea por niños transitando su segunda infancia como así también por niños pequeños. “La realidad respecto a la tan mentada ‘espera’ de los adultos ha cambiado un montón”, sostiene. Pero sigue faltando quien quiera mapaternar niños más grandes, adolescentes, hermanos y niños con alguna discapacidad. 

Por los talleres y espacios de la ONG pasan unas 800 personas cada año en busca de información, preparación, asesoramiento. La multiplicidad de historias y en función de ellas de estados, sensaciones, emociones y desafíos es enorme. Hay mujeres y hombres que llegan para formar familias monoparentales porque deciden ser madres y padres sin pareja, quienes forman parte de una pareja heteroparental u homoparental. “La mujer que viene después de años de tratamientos, llega a la adopción después de muchísimo sufrimiento físico y emocional, de una desilusión y de un duelo grandísimos porque en un momento dado dijo: no voy a poner más mi cuerpo, no voy a ser madre biológica, no va a haber panza y voy por la adopción -reflexiona Salvador-. No es lo mismo que parejas que se deciden directamente por formar su familia por adopción, esos padres llegan desde otro lugar. Pero que la adopción sea plan A, es minoritario. Generalmente es plan B o plan C. Y  no todos han elaborado lo que les pasó hasta llegar acá”. 

Por primera vez, después de 14 años de existencia de la ONG, Salvador dice que están llegando personas en busca de información para tomar la decisión con más conciencia y responsabilidad antes de anotarse en el registro que le corresponda. Y eso la llena de alegría.   

Enfrentar el dolor

Hace poco Castro Stoppini se encontró con un cuaderno de cuando empezó su tratamiento.  Venía con una frase impresa en la primera página: “Cuando deseás algo con el corazón, el universo conspira a tu favor”. “Esa fue la primera trampa en la que caí”, recuerda ahora: “A medida que pasa el tiempo y ese hijo no llega, nos acosa la sensación de que es porque no lo deseamos lo suficiente. Cuando uno tiene dificultades reproductivas hace falta mucho más que el deseo. La poca visibilidad social del tema está ligada a que todavía no nos bancamos otras respuestas que la familia formada como único final feliz. Hay muchos otros finales felices que no contamos”.

El camino se vive con mucha soledad, coinciden todas las entrevistadas, sobre todo porque la mayoría de las personas que las circundan no se le animan al dolor, lo evitan, intentan ignorarlo. El resultado es la invisibilización.

Mariela prende la cámara del zoom y del otro lado hay un grupo de mujeres que sabe lo que es estar en ese baile de la infertilidad. Juntas descularán sus miedos, abrazarán sus penas, exorcizarán su soledad. Escribirán sobre lo que necesitan que los otros les digan, se intercambiarán información, harán tribu. Se prepararán para lo que venga sin bajar los brazos. No sólo empáticas, también compasivas dejarán que la noche caiga, se dirán hasta la semana que viene y se irán para seguir con sus desafíos. Volverán a la realidad de los lechos sin sueños interrumpidos ni pañales que esperan. Se sabrán juntas, pero únicas. Apagarán la vela de un soplido,intentarán buscar (acaso mientras tanto) otros posibles finales felices.    

LM / MA

Hacer la vertical

Hacer la vertical

Durante la pandemia explotó en China un nuevo género que se empieza a hacer lugar también en Occidente, los mini dramas verticales: historias megadramáticas en episodios de un minuto, consumidas vía apps en la pantalla del celular. Un formato ligero y hecho para hacer dinero, comida rápida para la cabeza.

Hace algunos días caminaba por San Telmo, de noche y, en la esquina frente a Bar Sur, un señor de mi edad miraba en su celular una serie o una película, no quise ser demasiado chismosa, mientras esperaba algo o a alguien. Ya nos acostumbramos, pero además de requerir visión superdotada, esta forma de ver es incómoda y debería ser imposible de disfrutar. ¿Qué calidad de sonido, de imagen, de actuación, se pueden admirar en una pantallita de teléfono? Los hábitos y la tecnología se instalan y, de repente, aparecen formatos nuevos para abastecer este nicho de matar tiempo muerto en microdosis.

La última idea que empezó a romperla comercialmente en mini entretenimiento es lo que se llama “vertical drama” o “micro drama”. Son historias mega dramáticas de trama recargada, en episodios de un minuto: cada serie puede tener 600 o más. Los latinos reconocemos el formato en seguida: son telenovelas con ciertas características diferentes, por su lugar de origen. El nuevo género nació durante la epidemia de covid en China, donde se volvió una industria millonaria. Entre 2021 y 2022 se produjeron allá unas 3.000 series y en 2025 es un negocio valuado en 7 billones de dólares, con 83.000 productoras y ofrecidas por 80 apps. De a poco, el modelo se fue expandiendo a Occidente, donde por lo general toman y adaptan las tramas chinas, en el caso de Estados Unidos acercándola a sus feas soap operas, en América Latina aportando mucho más con nuestra tradición de telenovela. 

Si estamos viendo el nacimiento de la forma de mirar vertical, estos son sus primeros frenéticos y sobreactuados días.

Pero, ¿de qué van los vertical dramas? Son series de géneros populares: el romance interclases, el romance sobrenatural con vampiros u hombres lobo, los conflictos de bullying y familias ricas. Es decir: María la del barrio, Crepúsculo, Betty, La Fea, Pasión de Gavilanes. A veces los algoritmos de TikTok o Instagram ofrecen un episodio para tantear: en el mero minuto ya se entiende todo. Por ejemplo, el que se ofrece gratis de Mommy Don’t Cry, Dad is Sorry (“Mamá no llores, papá lo siente mucho”) basta para enterarse de que: mamá, joven y bella, está internada en un cruel neuro psiquiátrico con su hija de pocos años, muere, le avisan al marido ahora viudo, él va a la clínica, no hay cadáver ni hija, se entera de que es padre por una carta, vemos a su actual esposa, la presunta culpable de que él no sepa de ese embarazo y quizá cómplice de haber hospitalizado a la legítima, feliz ante la desgracia y confusión. Todo en un minuto. Si alguien quiere seguir la pérfida intriga, es posible que encuentre algunos de los episodios gratis, pero jamás todos. El modelo de negocio es así: hay que continuar en una app. La app es gratuita, pero no el contenido. Los packs de episodios se compran con monedas virtuales onda casino: por ejemplo, 500 monedas son 4 dólares. Un plan puede salir 25, o se puede pedir Premium a 0.99 por semana. 

La plataforma más popular hoy es ReelShort, y acá se puede ver la oferta www.reelshort.com/shopping. Hay muchas más. Los mini dramas están pensados solo para el teléfono y se publicitan así: “✨ Todo tiene un precio… incluso el corazón. 💸💔 Amelia Cantu haría lo que fuera por salvar a su hermana, incluso aceptar el contrato más arriesgado de su vida. ¿El trato? Casarse con un multimillonario… y darle un bebé. 👶💍 📅 El Contrato del Bebé del Multimillonario estrena este 22 de febrero en #ReelShort.” La plataforma latina tiene apenas 137.000 seguidores, y la de habla inglesa 2.600, pero se espera que explote, como ya sucedió en Asia. 

¿Quiénes ven los dramas? Sobre todo personas jóvenes de entre 17 a 34 años, más mujeres que hombres pero no tan desparejo (se estima un 60/40%). Muchos son universitarios. Los entrevistados por académicos admiten que la fragmentación y la posibilidad de ver en teléfono ofrecen el deseado minuto de escapismo a la explotación laboral. Es un formato ligero y hecho para hacer dinero, comida rápida para la cabeza. Y es privado, está en tu mano, como un placer culpable. Ya tiene estrellas en ciernes como Kasey Esser, actor protagónico de Fated To My Forbidden Alpha (“Destinada a mi Alfa prohibido”), donde interpreta al hombre lobo Alpha Alexander. Kasey también tiene un gimnasio y estudio de entrenamiento en Los Angeles, porque la industria, por si no queda claro, es precaria en toda su cadena. A los trabajadores les pagan salario mínimo y una serie cuesta un promedio de US$200.000. Las actuaciones son las esperables. No hay motivo, sin embargo, para que no puedan crecer en calidad, o cambiar de géneros, o dar paso a sensibilidades indies. Hoy todo es bastante histérico y gritado y maquillado, en plan maldita lisiada pero, hay que reconocer, a veces dan ganas de terminar de ver, como con una bolsa de nachos, para chuparse la sal y la grasa de los dedos al final.  

Los mini dramas verticales son expresión de algo más amplio, más allá de su inserción como chute de opio mental en la era del trabajo fragmentado. Desde el 2020 el formato de pantalla cambió: crece el vertical por sobre el apaisado u horizontal, y es default para reels de contenido y consumo. Es un cambio importante en nuestra forma de ver: el cine y cualquier pantalla, la de televisión, la de computadora, incluso la tablet o las de entretenimiento del avión, hasta ahora todas han sido apaisadas. Primero llegó la publicidad vertical, luego TikTok y el dominio del teléfono como visor.  ¿Cómo sacamos la mayoría de las fotos? Una apaisada y otra para Instagram, decimos siempre. Si estamos viendo el nacimiento de la forma de mirar vertical, estos son sus primeros frenéticos y sobreactuados días. 

ME/DTC

Altamar, la mansión en la costa atlántica que le ofrendó una importante familia empresaria al Opus Dei

Altamar, la mansión en la costa atlántica que le ofrendó una importante familia empresaria al Opus Dei

Del padre benefactor del Opus Dei a los hijos aportantes de la Fundación Faro, el think tank que financia la batalla cultural de Milei, desde hace décadas el Grupo Neuss, uno de los conglomerados económicos familiares más grandes de la Argentina, aporta a las arcas del ultraliberalismo económico y el ultraconservadurismo social.

13 de noviembre de 2024. Yatch Club de Puerto Madero. Con una cena a US$25.000 el cubierto, el politólogo e influencer de la ultraderecha internacional Agustín Laje presentó la Fundación Faro junto al presidente Javier Milei y su hermana, Karina. Sin rodeos, los tres anunciaron que se trataba de un think tank creado para extender y estructurar la filosofía libertaria, una usina de cuadros y de ideas. Sin simular distancias, los empresarios más importantes del país –en persona o a través de representantes– compraron su silla para mostrar su apoyo; algunos compraron directamente una mesa a US$200.000. En los laterales del primer plano de esa gala con 400 invitados estuvieron dos empresarios jóvenes, los hermanos Patricio y Germán Neuss.

Herederos de un imperio económico con más de un siglo de historia en la Argentina, los hermanos Patricio y Germán Neuss –a los que se suman Juan y Lucila– tuvieron en esa cena su aparición más mediática desde que en octubre de 2020 su padre, Jorge, pasó de las páginas de las revistas empresariales y de lifestyle a las policiales, sin escalas, tras asesinar a su esposa –y madre de los cuatro hijos–, Silvia Saravia, y luego suicidarse. 

Unos días después, en la puerta de un cementerio de la Recoleta cerrado por la pandemia, rodeados de amigos y familiares, los herederos Neuss encabezaron la despedida inesperada de sus padres, a los que decidieron sepultar juntos. Hasta entonces, si bien los hermanos ya eran altos cargos del conglomerado familiar, sólo aparecían como “los hijos de…”.

A principios de los 2000, cuando el país se hundía en su peor crisis económica, Jorge Neuss le regaló a “la Obra” un pedazo de su estancia de casi 5.000 hectáreas en Miramar.

Cuatro años más tarde, los hermanos estuvieron entre los concurrentes a la cena de la Fundación Faro, evento que exhibió con una foto pública su protagonismo en el más alto empresariado vernáculo, además de la continuidad de un vínculo beneficioso y de mucho tiempo de los Neuss con la política y los negocios con el Estado: en los 90, misma época en la que se quedó con la administración del espacio radioeléctrico público, el padre jugaba al golf con Carlos Menem. Ahora, después de su compromiso con la Fundación Faro, los hijos ya están haciendo su propio camino en la misma línea. 

Consecuencia o no de la posición económica, por detrás de los negocios públicos y privados del grupo Neuss, hay también una tradición ideológica de alianza con la ultraderecha. Además de la circulación habitual por colegios de élite y círculos católicos y conservadores, el matrimonio Neuss-Saravia formó parte del ejército silencioso del Opus Dei. La mujer fue supernumeraria de “la Obra”, una categoría de pertenencia para quienes forman familia y que exige someterse a dirección espiritual y a la obligación de hacer aportes económicos mensuales. Su marido no “pitó” como miembro, pero tuvo mucho vínculo con la organización y colaboró con aportes extraordinarios, que no están en la letra de las reglas formales de pertenencia pero que son parte de la dinámica de buen cristiano, en especial de esta rama.

Jorge Neuss hizo uno de los aportes más generosos que tuvo el Opus Dei en la Argentina –aunque muy lejos de los que hizo Goyo Perez Companc– y que ha pasado casi desapercibido: a principios de los 2000, cuando el país se hundía en su peor crisis económica, Jorge Neuss le regaló a “la Obra” un pedazo de su estancia de casi 5.000 hectáreas en Miramar y le construyó allí, en Rocas Negras, una mansión de 2.000 metros cuadrados sobre la línea de playa de Mar del Sur.  

La tierra donde se erige Altamar antes había sido propiedad del agente nazi Karl Gustav Einckenberg, según documentó el investigador Laureano Clavero.

Esa tierra, donde hoy tienen la Estancia y el Haras La Lucila –con cría de caballos de polo y producción agropecuaria–, Neuss la compró en 1997. Hasta entonces se llamaba El Porvenir y, según documentó el investigador y escritor argentino Laureano Clavero, antes había sido propiedad del agente nazi Karl Gustav Einckenberg, quien la compró en 1943 para hacer realidad el plan de ingreso clandestino de oficiales de las SS, que en los años siguientes se refugiaron allí.

La casa se llama Altamar, se usa como “casa de retiro” de miembros varones de la organización y pertenece a la Asociación Cultural Bonaerense, una de las por lo menos 20 asociaciones civiles que la Prelatura de la Santa Cruz y el Opus Dei posee en la Argentina y a través de las que organiza jurídicamente sus bienes. Esa especie de tercerización sirve como fachada para no asumir la propiedad de un imperio de más de 150 inmuebles –ninguno es un monoambiente, algunos son edificios, mansiones o campos– y una veintena de instituciones como clubes, residencias universitarias, colegios y la Universidad Austral. 

Al menos en sus currículums, los herederos de Jorge Neuss no son parte de los círculos formativos del Opus Dei. Tampoco hicieron su educación en la Austral sino en la UCA. No es ahí donde se forjó el vínculo que los une al Gobierno de Javier Milei, sino en Martindale, el barrio privado en el que vivieron toda su vida con sus padres y el que también eligieron ellos para vivir. Es uno de los countries más exclusivos y tradicionales de la oligarquía criolla de la provincia de Buenos Aires. En esas calles los Neuss conocieron a Santiago y Francisco Caputo desde chicos. El asesor presidencial de Milei y su hermano mayor, que es coach y coordinador de la Fundación Faro –en especial del nexo con empresarios– tenían allí casa de fin de semana. 

Después de la UCA, los Neuss se formaron en el exterior y regresaron al país para ingresar al grupo familiar. Sólo uno de los hijos, Juan, tuvo una carrera previa en el Grupo Macro. La amistad con los Caputo sorteó décadas y trayectorias. Se reencontraron ya de adultos, ahora en el poder y en una misma cruzada.