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El Presidente no quiere pedir explicaciones a quienes gasten dinero oculto, pero Caputo exige que los comerciantes facturen y Sturzenegger, que el agro pague retenciones. No hay contradicción es a la hora de recolectar fondos para la política. Mientras, el ministro de Economía disciplina precios y EE.UU. busca restringir su vínculo con China.
Milei redefinió el concepto de explotación y quiere que se blanqueen los dólares debajo del colchón para sostener su plan
Ante un auditorio adicto, el de una mayoría de empresarios judíos reunidos en el Latam Economic Forum, Javier Milei fue tan ovacionado en su discurso violento este jueves como una semana antes lo había sido en la Expo EFI, donde predominaban los inversores bursátiles. No fue el mismo recibimiento de cruces picantes que los representantes del establishment del campo, la industria, el comercio, la banca, la construcción y la bolsa, nucleados en la Consejo Interamericano de Comercio y Producción (Cicyp), le propinaron al ministro de Desregulación, Federico Sturzenegger.
El Latam Economic Forum es organizado por el financista Darío Epstein, asesor de Milei en la campaña de 2023 y derrotado el año pasado en su intento por presidir la Delegación de Asociaciones Israelitas Argentinas (DAIA). En el Golden Center, del sindicato de comercio que lidera Armando Cavalieri, Epstein recibió primero al ministro de Economía, Luis Caputo, y al finalizar su alocución le comentó que en el fondo del salón había unos comerciantes de Once que le decían que “eso de los US$100.000 sin factura les funcionó siempre” y le preguntó si en 2026 iban a poder cobrar en dólares “directamente”. “Sin ninguna duda, pero con factura”, aclaró Caputo, que arrancó esta semana abogando por otro blanqueo de capitales, pero ahora se da cuenta de que el perdón impositivo permanente le puede jugar en contra del superávit fiscal.
Después llegó Milei y volvió sobre la idea de la dolarización “endógena”. ¿Qué quiere decir? Quiere incentivar que la gente que acumuló dólares fuera del sistema legal los use para comprar bienes, sin tener que cambiarlos por pesos. La idea de que no los cambien a pesos tiene que ver con un intento de evitar que la apreciación de la moneda nacional no se pase de rosca y que a la vez se fomente el consumo y la por ahora inexistente acumulación de reservas del Banco Central, comprometida con el Fondo Monetario Internacional (FMI).
El Presidente defendió a los evasores como héroes que les habían robado a los “ladrones” que gobernaron antes que él. ¿Qué interés tendrían los tenedores de moneda norteamericana de gastarlos cuando valen tan poco, sólo $1.130? Uno podría pensar que quizás los incentiva el perdón fiscal, pero, como dijo Epstein, muchos argentinos ya se manejan de por sí con dólares y en la informalidad tal vez porque saben que la agencia tributaria no los persigue.
En el público, algunos banqueros comentaban la movida que sospechan que hizo el Banco Central de intervenir en el mercado del dólar futuro este miércoles para bajarlo y, así, empujar también la caída del tipo de cambio. ¿El objetivo? Recuperar la senda de la desinflación, perdida en febrero y marzo, y bajar la tasa de interés. ¿El riesgo? Esos hombres de banca apuntaban a que al descenso abrupto del dólar ahora le suceda un ascenso repentino en el tercer trimestre del año, entre el fin de la cosecha gruesa (soja y maíz) y la campaña de las legislativas bonaerenses en septiembre y las nacionales en octubre. En principio, las porteñas del próximo día 18 no deberían provocar una disrupción en los mercados.
Fuera del ex Parque Norte, otros banqueros advierten que del atraso cambiario nunca se salió de manera ordenada, que está pulverizando el ahorro de los argentinos, que sólo conviene gastarlo en caso de necesidad y que está derivando en una sucesión de defaults corporativos como el nuevo de Celulosa. El dólar barato baja la inflación, pero sube el desempleo. Abarata la competencia importada y encarece la producción nacional. Pero Milei privilegia el capítulo inflacionario: la tranquilidad para el consumidor de que las remarcaciones no son permanentes y de que reaparece el crédito, aunque por ahora con pocas cuotas sin interés. La duda de algunos trabajadores es para qué sirve la menor suba de precios sin el ingreso alcanza para menos que antes, ya sea porque el salario no se recupera lo suficiente o porque el empleo se contrae.
Hay empresarios del Cicyp también preocupados por el tipo de cambio, por más que se entusiasmen con las reformas tributaria, laboral y jubilatoria comprometidas con el FMI. Por eso, el presidente saliente del consejo, el ruralista Marcos Pereda, reclamó contra las retenciones, que reducen aún más el dólar que efectivamente cobran los exportadores del campo. “Una parte significativa del superávit fiscal actual proviene de ingresos transitorios y distorsivos, como los derechos de exportación, en especial del sector agropecuario”. Pereda le había adelantado su discurso a Caputo, que entonces prefirió ni ir. Lo reemplazó Sturzenegger, que también se enojó: “Todos los impuestos son distorsivos. Marcos, hablás de retenciones pero si pregunto aquí qué impuestos hay que bajar seguramente habrá distintas propuestas. Se hablará del impuesto al cheque, por ejemplo. Lo relevante no es la baja de impuestos sino la baja del gasto y lo verdaderamente relevante es la motosierra. Están reclamando mal la baja de impuestos, primero hay que bajar el gasto”. Otro ministro en tensión entre el jubileo impositivo y la necesidad de recaudar para sostener el objetivo del superávit fiscal.
La semana próxima Pereda dejará su cargo en el Cicyp porque a la Sociedad Rural le toca cederle la presidencia a la Cámara Argentina de Comercio, que preside Mario Grinman. Se trata de un empresario por demás oficalista, pese a los reclamos de comerciantes en crisis. Una opción es que él asuma la conducción del consejo o que lo haga Bettina Bulgheroni, esposa del presidente de Pan American Energy (PAE) y amiga de la secretaria general de la Presidencia, Karina Milei.
La hermana del presidente está encargada de otra recaudación que interesa, según comentan más y más en el mundo empresarial. Ella y sus asesores como el subsecretario Eduardo Menem, alias Lule, pedirían hasta US$50.000 a los empresarios interesados en reunirse con el jefe de Estado, según comentan al menos dos lobbistas y tal como vienen publicando diversos medios nacionales e internacionales a partir del caso $Libra. Los consultores aclaran que los pagos no aseguran ninguna otra contraprestación, como ser la adopción de alguna medida favorable a determinado interés, y apuntan a reforzar sueldos que públicamente se reivindican como bajos pero resultan insuficientes para sostener el nivel de gastos de funcionarios acostumbrados al buen vivir. No es plata para la campaña.
Para ese fin, los hombres de negocios pueden aportar en blanco a la Fundación Faro, que dirige Agustín Laje y para la que recauda Francisco Caputo, hermano del asesor presidencial estrella Santiago Caputo, o a las colectas menos iluminadas que organizan el subsecretario de Integración Socio Urbana, Sebastián Pareja, que ahora se quedó sin fondo fiduciario para ejecutar su política, y el vicepresidente del Banco Nación, Darío Wasserman, dos alfiles de Karina Milei. Pareja arma en provincia de Buenos Aires y Wasserman, en la capital que disputa el vocero Manuel Adorni. Al final de cuentas, son todos métodos de recaucación para la política que siempre existieron y que los continúan los renegados de la casta.
El ministro Caputo, alias Toto, también está en contacto permanente con los empresarios por estos días, pero para disciplinar sus precios. Además de utilizar la receta ortodoxa de bajar la inflación eliminando el déficit fiscal y su financiamiento monetario, también recurre a la herramienta ortodoxa de reclamar que no remarquen bajo la amenaza de usar “herramientas para defender a los consumidores”. Ya lo hizo el año pasado, cuando denunció a las principales prepagas por presunta cartelización mientras los trolls libertarios como el médico Daniel Parisini, alias Gordo Dan, escrachaban en redes sociales al dueño de Swiss Medical, Claudio Belocopitt. A partir de entonces, reina el temor empresario a criticar en público. Tras la salida del cepo cambiario el mes último, el propio Caputo escrachó en redes a las aceiteras y la fabricante de alimentos y productos de higiene Unilever, así como a la automotriz Stellantis. Sobre las telecomunicaciones y la energía también hay presión por los precios.
En el mundillo empresarial advierten de que al mismo tiempo que el ministro reclama contra las remarcaciones, a veces la Agencia de Recaudación y Control Aduanero (ARCA), que dirge Juan Pazo, alfil de Toto, activa alguna consulta contra los remarcadores. Se preguntan por la casualidad. Comparan su estilo con el de Guillermo Moreno, el exsecretario de Comercio que negociaba con una pistola sobre el escritorio pero que fracasó tanto en su cometido que terminó manipulando las estadísticas públicas con la venia de sus presidentes, Néstor y Cristina Kirchner.
Caputo no sólo aprieta los precios sino todavía más los sueldos. Mientras los primeros corren al 3,7% el último mes medido (marzo), no quiere que el secretario de Trabajo, Julio Cordero, homologue paritarias por encima del 1% mensual. Por eso se indignó con el aumento del 5,4% trimestral que pactaron Grinman y Cavalieri para los empleados de comercio.
Toto ejerce presión, pero también la padece. De manos del gobierno de Donald Trump. Por ejemplo, para que cancele el swap con China (canje de monedas) que refuerzan las reservas del Banco Central. Ya con Joe Biden, Milei inspeccionó la estación china de observación espacial en Neuquén, sin hallar ningún rastro de uso militar, y excluyó a las empresas estatales como la china CCCC Shanghai Dredging del negocio de la hidrovía del río Paraná. Al gobierno de Xi Jinping le preocupa la presión norteamericana para hacer retroceder a China en el financiamiento y la construción de infraestructura en la región.
Por lo pronto, Caputo no piensa cancelar el swap. Y su subsecretaria de Comercio Exterior, Carolina Cuenca, recibió este miércoles a una misión comercial de 30 empresarios chinos que visitó la Argentina para comprar aquí los alimentos, la energía y los minerales que ya no pueden adquirir en EE.UU. Es que Beijing le impuso un arancel del 125% a los productos estadounidenses como represalia al 145% que primero les propinó Washington. Aunque China no lo quiera admitir, también busca colocar en otros mercados como la Argentina el 16% de sus exportaciones que iban a EE.UU., sobre todo manufacturas, tanto terminadas como insumos. Pese a que tampoco lo puede reconocer, sigue enviando productos a territorio norteamericano, pero triangulándolo por otras naciones como Vietnam o México.
Los negocios chinoargentinos continúan, mientras el gobierno de Milei negocio con su aliado Trump rebajas arancelarias a 50 productos argentinos a cambio de levantar 16 barreras a bienes estadounidenses, desde la maquinaria usada hasta la ropa de marca que enfrenta la falsificación no sólo en La Salada. Lo que quedó congelado a partir de la asunción de Trump es el viaje del presidente argentino a China. Puede que Milei haya dejado de atacar a China por dictadura comunista, pero tampoco quiere ofender a su amigo. En Beijing no desesperan. Pacientes por tradición, repiten su refrán: “Con prisa no se puede comer el tofu caliente”.
AR/MC
¿Existe realmente un “mejor momento” para tener un hijo? ¿Podemos planificar el deseo o se impone como una respuesta vital, incluso en medio de las contradicciones del amor? ¿Qué lugar ocupa el hijo en la historia de una pareja: es consecuencia, punto de inflexión o intento de rescate?
Hace poco alguien me preguntó cuál era el mejor momento para tener un hijo. No supe qué responder, pero me quedé pensando en la pregunta. Pensarla tampoco me permite tener hoy una respuesta, pero sí me hizo recordar ciertas situaciones. Si por “el mejor momento” se entiende el momento ideal, menos podría responder, porque francamente no creo que exista ese momento. Más bien tengo presente una triple distinción por la que los hijos llegan a este mundo, que aplica en principio a las parejas.
Primero, me refiero a una constatación. Las parejas que tienen un hijo poco tiempo después de haber iniciado el vínculo. Es cierto que en esta circunstancia habría que tener en cuenta de dónde viene cada uno –porque no pocas veces se tiene con una persona a la que se conoce hace poco el hijo que no se tuvo con una pareja anterior–, pero si nos atenemos a la circunstancia de dos personas que se conocen y se enamoran, aquí suelen pasar dos cosas: la pareja se separa al poco tiempo y el amor se convierte en odio; o bien el amor hacia el hijo produce una culpa enorme que mantiene a la pareja funcionando en el nivel exclusivamente parental.
De esta doble consideración creo que se desprenden tres ideas: por un lado, la llegada de un hijo absorbe en buena medida el amor que se tienen entre los miembros de la pareja; de otra manera: para tener un hijo es preciso estar dispuestos a amarse un poco menos y esta es una renuncia que puede ser muy dolorosa para una pareja en el inicio. Por otro lado, los hijos implican una separación en la pareja, que tiene que estar preparada para atravesar el proceso de distancia y, por último, la adquisición del rol parental reprime en buena medida lo erótico de la pareja conyugal –más bien, lo reprime y también genera uno nuevo, pero como todo lo nuevo necesita un descubrimiento que, si la pareja no se amó lo suficiente antes, es vivido en términos de una merma.
De la constatación anterior y de las tres ideas anteriores, puedo pasar a una segunda vía para pensar otra cuestión: las parejas que tienen un hijo cuando ya no se aman hace tiempo; aquí hay nuevamente una consideración doble, porque suelen pasar dos cosas: llega el hijo y la separación ocurre al poco tiempo, porque para ese entonces el vínculo ya está sumamente desgastado; o bien, antes de que ocurra el embarazo, cuando un atraso lo hace presentir o se habla del tema, uno decide poner fin a la relación –como si el razonamiento vivencial fuera: para tener un hijo y separarnos, mejor separarnos.
De esta segunda consideración de dos situaciones, se desprende una idea –tercera, en la serie de distinciones que anticipé al comienzo– que creo que es central: si hubiera algo así como “el mejor momento” para tener un hijo, este tendría que ser ese en que dos personas ya no se aman demasiado, pero tampoco dejaron de amarse del todo. Como si el amor atenuado de la pareja consolidada fuera el escenario más propicio para que la pareja pueda rehabilitar su amor a través del hijo. Como si el núcleo del deseo de hijo no estuviese en desear un hijo por sí mismo, sino en que este puede ser un modo de recuperar el amor de la pareja o, mejor dicho, en que una pareja puede (volver a) amarse a través de un hijo.
Como contrapunto, pienso en la situación de un varón que después de muchos años en una relación no se podía separar porque le generaba mucha culpa que ella no hubiera tenido hijos (con él). Por ese entonces avanzaban en un tratamiento que no lograba consolidarse en la implantación de un embrión. Él insistía: “Así no me voy a poder separar más”, porque la otra cara de su angustia estaba en que ella le dijera: “Si esto no funciona, al menos está vos”. Sin duda fue un arduo trabajo el que tuvo que hacer este varón para atravesar la culpa neurótica que lo dejaba atado hostilmente a un lugar en el que ya no estaba. En su fantasía inconsciente, el hijo funcionaba como relevo –dejarlo e irse, no porque fuera a abandonarlo, ya que él tenía toda la intención de ser un padre presente. Por cierto, el padre excelente también puede ser la versión de un padre que desprecia a la madre.
Otra situación que también funciona como contraejemplo es la del varón al que una vez le pregunté cómo era que se llevaba tan bien con la madre de su hijo, después de separarse al poco tiempo del nacimiento del niño. Su repuesta fue elocuente: “Creo que fuimos sinceros y reconocimos que nunca nos amamos”. El saber popular dice que donde hubo fuego cenizas quedan; esta sabiduría podría extenderse con la de que la falta de amor puede ser el origen de una amistad. En este punto alguien podría decir: “Qué bárbaro, traer un hijo al mundo en esas condiciones”, pero desde mi humilde punto de vista, creo, los hijos llegan al mundo también porque quieren y quizá confían en que padres imperfectos, siempre que no fuercen las cosas, pueden recibirlos y hacerles un espléndido lugar en su vida.
LL/MF
Libros, series, películas y un montón de cosas para aferrarse en medio del desconcierto.
El Eternauta como faro, las series del mes
Uno. Hay una suerte de lugar común que dice que los libros son como refugios, que tanto para quienes los leen como para quienes los escriben, los libros están ahí como una especie de halo protector, de barricada, de barrera que nos resguarda del mundo. Eso pasa con los lugares comunes: hay algo que suena potente en ellos, que nos agarra por un buen rato y nos deleita, que aparenta mullido o familiar y nos adormece. Confieso que nunca me gustó mucho la palabra refugio y en el caso del libro El sentido del humor, de Alexandra Kohan, la imagen se me presenta todavía más extraña. Un ensayo anterior de la misma autora, Y sin embargo el amor, llevaba como subtítulo Elogio de lo incierto y visto ahora parece una pista. Es que El sentido del humor Alexandra Kohan vuelve a agarrar una linterna, y, metida como una exploradora en el refugio de los lugares comunes, prefiere enfocar en lo patinoso (de hecho el texto recupera un tropezón que tuvo la autora); en lo que irrumpe, en lo que desborda, en lo que nos hace tambalear. Estuvieron el amor y el cuerpo. Esta vez, le tocó al humor y sus crujidos. “Se trata de extrañar las palabras, de extirparles su uso común”, dirá.
Dos. Más que refugios, me gusta pensar, entonces, en los libros como grandes excusas, en todo caso como subterfugios, como dispositivos para contrabandear “asuntos” –para usar un término que es muy propio del universo de Alexandra Kohan– o insistencias. Kohan lee y lee y lo hace sin ningún tipo de solemnidad. Y esta vez fue al humor. En El sentido del humor se cruzan el psicoanálisis, sus observaciones alrededor de El chiste y su relación con el inconsciente, de Sigmund Freud; la mirada de Jacques Lacan sobre aquel texto que el autor consideró una digresión en el conjunto de su obra; escenas de su propia vida escuchando los casetes de Tangalanga con su padre, la noción de Witz (“esa palabra que es un poco como una valija”, anotará); reflexiones de comediantes o humoristas como Alejandro Dolina, Ricky Gervais o Diego Capusotto; fragmentos desopilantes de La causa justa, de Osvaldo Lamborghini; subrayados de palabras de Virginia Woolf, Juan Bautista Ritvo, Roland Barthes, Anne Dufourmantelle o Diego Maradona; chistes familiares que oyó en su infancia y siguen resonando.
Tres. Más que un refugio solemne o rígido, un libro es su forma. El sentido del humor –como el humor, como eso incierto que se inventa cada vez que alguien dice algo y otro se ríe– es plástico, por momentos sus fragmentos se asemejan a viñetas. Al mismo tiempo, ese corpus de lecturas fragmentario se puede transitar de manera autónoma: El sentido del humor es también un dispositivo lúdico. Entonces el humor estalla en varios sentidos, entonces la lectura no es una única cosa. La lectura también puede convertirse, por la linterna de Alexandra Kohan y su insistente foco, en una vuelta a la infancia, en juego, en un tironeo sobre eso que la autora llama el moralismo de ser adultos responsables. La infancia, subraya Alexandra Kohan, más que una etapa a dejar atrás, se revela una vez más como una gran usina.
Cuatro. Más que un refugio, más que espacios familiares, los libros como El sentido del humor resplandecen porque abren la puerta, porque proponen un riesgo sin pompas. Más que protegerse a ella misma, o refugiarnos –¿quién podría arrogarse esa potestad? ¿quién cuida a quién?–, El sentido del humor recupera hallazgos que su autora entrega con generosidad y, otra vez, con una genuina disposición lectora. Hallazgos que provienen, muchas veces, de su propia infancia. Anoto uno, que lejos de un refugio, se parece a una fractura expuesta, a un crujido: en el fragmento del libro que lleva como título Objet Trouvé, Kohan cuenta que mientras estaba escribiendo El sentido del humor, un día se dispuso a hacer una suerte de orden general en su casa al estilo de Marie Kondo. De repente apareció una nota olvidada que le había escrito una maestra de inglés en la que subrayaba que la propia Alexandra, a los 10 años, era la que siempre estaba haciendo chistes entre sus compañeros. Chistes, dice, jokes, leemos en el libro y resbalamos con su autora y su sorpresa. Quedamos, lectores y lectoras, volviendo a esas rarezas que titilan como lo más inesperado y, también, a nuestras propias insistencias.
Cinco. Un libro no es un refugio, pero eso tampoco quiere decir que un libro sea pura intemperie. Es cierto que El sentido del humor nos ofrece una puerta hacia un terreno incierto. Pero también –y allí reside uno de sus mayores hallazgos– viene con un croquis para recorrer ese afuera en un paseo de a muchos (no hay risa sin complicidad, subraya la autora en sus páginas). Una excursión por esos lugares donde algo por suerte se fuga, un desvío sin valor utilitario, una parroquia cómplice que viene a engañar, al menos por un rato, a cualquier pretensión del ser. Y es en ese movimiento resbaladizo, que nos trae, una vez más linterna en mano, a una Alexandra Kohan luminosa, lectora, en pleno estado de gracia.
Leí hace unos días una versión de este texto en la presentación del libro El sentido del humor (Paidós, 2024), de Alexandra Kohan, organizada por la editorial Planeta en la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires.
Ahora sí, dejo la puerta abierta para una nueva edición de Mil lianas. Esta parroquia cada vez más destartalada de los viernes.
1. Los libros de mayo. Con la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires como uno de los hitos más importantes del año, las editoriales locales y también los sellos internacionales que publican sus textos en el país planean lanzar una gran variedad de publicaciones a lo largo de mayo.
Puede resultar un poco abrumadora la cantidad de libros que salen cada mes y la sensación de no llego, no llego, no llego suele inquietar. Por mi parte, aunque siempre con esa mochila de lo que falta cargando sobre mi espalda, arranqué por dos que me encantaron.
Uno es el bellísimo ensayo La vida, la novela y el amor, que escribió Federico Jeanmaire y publicó La Crujía. En fragmentos breves y con una cadencia en la escritura que tiene el tono radiante de las epifanías, Jeanmaire logra desarmar y al mismo tiempo anudar algo bien difícil: la materia escurridiza que trama lo íntimo, lo amoroso, lo que se lee, lo que se escribe.
El segundo es El libro de los sesgos, de Ricardo Romero, publicado por Ediciones Godot. Además de una escritura diáfana para un asunto por momentos complejo –o, confieso: que al menos a mí me resulta árido– Romero propone ejemplos que dan pruebas de los sesgos con escenas de películas, de series y hasta de cómics que resultan muy ilustrativas. Punto a favor, además, al diseño de la publicación, que es hermoso.
Pero, por supuesto, hay mucho más. Por acá armé una guía con esos y otros lanzamientos editoriales de este mes.
La guía con los libros destacados de mayo se puede leer en este enlace.
2. Un hombre diferente. La plataforma Mubi propone este mes un ciclo que lleva como título “Aún soy yo: Metamorfosis en pantalla” y, según informaron en un comunicado, “explora la fragmentación del yo contemporáneo en películas donde los protagonistas transitan transformaciones profundas, impulsadas por deseo, inseguridad o presión social”. Una de ellas es Un hombre diferente, escrita y dirigida por Aaron Schimberg, que se anima a meterse en los cambios físicos de su protagonista de un modo original y por momentos saludablemente desconcertante.
Sebastian Stan interpreta en el largometraje a Edward, un hombre que padece neurofibromatosis, una condición genética que le genera tumores benignos en la piel y le deforma la cara. Aspirante a actor, Edward vive y se mueve en una Nueva York en la que a veces es mirado por los demás como una suerte de freak y a veces ignorado olímpicamente en medio de la multitud. Él, sin embargo, no percibe esa oscilación y circula con la incomodidad a cuestas. Lo hace mientras busca trabajo, mientras se relaciona con sus vecinos y también cuando se engancha con una chica muy atractiva que se muda al lado de su departamento. Hasta que un día decide someterse a un tratamiento experimental que lo hará cambiar de piel y lucir como la mayoría. Asumirá entonces, con una cara nueva y supuestamente atractiva, la identidad y la vida de Guy, un agente inmobiliario canchero y con éxito en su trabajo.
Será a partir de ese tironeo entre lo viejo y lo nuevo, entre lo diferente y lo común, que el director planteará una historia pequeña, contada con sarcasmo y llevada hacia el final por el lado del absurdo, alrededor de lo sinuoso de la identidad y también de la autopercepción. Por su notable trabajo Stan fue galardonado en el Festival de Berlín con el Oso de Plata a Mejor Actor.
Un hombre diferente está disponible en Mubi. Más lanzamientos de series y películas para ver por streaming, en este enlace.
3. Feria del Libro. Por estas horas atravesamos el tramo final de la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires 2025. Una feria con ventas desparejas, algunas presentaciones colmadas de público y furor por El Eternauta (por acá pueden leer un panorama que armé con testimonios de algunos expositores y los libros más vendidos hasta ahora).
Todavía quedan algunas mesas y visitas internacionales programadas para los últimos días. Entre otras actividades, el domingo 11, a partir de las 17, tendrá lugar el debate de cierre, con la participación de Tomás Abraham, Marcelo Birmajer, Claudia Piñeiro y Dolores Reyes y la conducción de Hinde Pomeraniec. Este año lleva como título La cultura en el país de la libertad. Quienes estén interesados pero no puedan acercarse hasta la sala Victoria Ocampo en la Rural, tendrán la opción de verlo en vivo en este enlace del canal de YouTube de la Feria.
Por acá, además, podrán encontrar las coberturas de varias actividades hechas por algunos colegas de elDiarioAR y yo misma a lo largo de estos días.
La Feria del Libro de Buenos Aires tendrá lugar hasta el 12 de mayo en el predio de La Rural de Palermo. Más información por acá y por acá.
Apostilla. Se cumplen 40 años del estreno de Esperando la carroza y, como una especie de homenaje a ese largometraje argentino que despierta pasiones y desenfreno, la plataforma Max decidió subir a su menú la película de Alejandro Doria y también el documental Carroceros, de Denise Urfeig y Mariano Frigerio lanzado en 2021. A modo de recordatorio, por si se les pasó: cuando se estrenó, hablé con los realizadores sobre este trabajo entrañable y delicado alrededor de una obra que vive en la memoria del público. Pueden leer la nota en este enlace. De paso: en CineAR Play está disponible para alquilar –por menos de lo que sale el boleto mínimo de un colectivo porteño– el documental Leyenda feroz, de la misma dupla de directores, que cuenta la historia de otra recordada película argentina como Tango feroz. Hablamos de esa producción por acá.
Banda sonora. Hace un tiempo les hablé en este mismo espacio de Pablo Osan (el archivo no me deja mentir, fue por acá), amigo y vecino de esta casa virtual. Hablábamos arriba de parroquias, o mejor, de lo parroquial de algunos lugares de encuentro, y pensé en los bares que Pablo suele armar, con todos los detalles y también con su música. Esta semana compartió en sus redes una lista de canciones preciosa que me viene acompañando (la encuentran acá) y llevando por un par de horas a una parroquia luminosa. Se llama lofi y reúne a artistas y bandas de un barrio sonoro que me encanta. Hay de todo: de Tom Petty a John Coltrane, de Yo la Tengo a Lou Reed, de Pavement a Teenage Fanclub.
Trafiqué algunas de esas canciones para nuestra banda sonora compartida. Se escucha, como todos los viernes, por acá.
Bonus track. El Fondo Nacional de las Artes anunció el lanzamiento de la edición 2025 de su tradicional Concurso de Letras con premios de hasta 1 millón de pesos para textos inéditos de distintos géneros. Según informaron, está “destinado a escritores argentinos y extranjeros que residan legalmente en el país y deseen participar con una obra inédita en alguna de las cuatro categorías: Novela, Poesía, Cuento y Ensayo/No Ficción”. Las postulaciones se recibirán online hasta el 10 de junio. Las bases completas y más detalles, en este enlace.
¡Hasta la próxima!
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Una dinámica de larga data en la política argentina encuentra un punto de saturación en el fallido trámite para bloquear la candidatura de Cristina. Preguntas sin respuesta y una sociedad que elige creer cuando conviene.
Una vez consumado el rechazo de los senadores al proyecto de Ficha Limpia, pactado entre el Gobierno y el mandamás misionero Carlos Rovira, el foco se dirigió a la dirigencia del PRO, que había hecho del tema un caballito de campaña.
El proyecto aspiraba a impedir las candidaturas a cargos nacionales de personas con condena por corrupción en dos instancias judiciales, lo que habría significado la exclusión de Cristina de la contienda de este año. Gracias al giro de dos senadores por Misiones y pese al apoyo de los de la oficialista La Libertad Avanza (LLA), Ficha Limpia quedó a un voto de los 37 necesarios para ser aprobado.
Con Clarín a la cabeza, el sistema mediático había organizado un banquete para coronar a Silvia Lospennato, la candidata a legisladora del PRO, como la heroína del proyecto. La plasticidad de los senadores misioneros le aguó la fiesta a la diputada macrista, pero, de inmediato, ésta vio la oportunidad de sugerir un acuerdo espurio entre el Ejecutivo y el Gobierno de Misiones. Con medias palabras —al fin y al cabo, es una postulante que manifiesta pesar por no haber acordado listas con la ultraderecha para los comicios del 18 de mayo—, Lospennato profundizó en la línea de que lo que está en juego en las elecciones de la Ciudad y del país es una divisoria entre honestos y corruptos. Del lado de los primeros se encontraría el “institucionalista” macrismo y quien quiera sumarse; del lado de los corruptos, el kirchnerismo y el mileísmo. Así será para cierto sector del PRO en estos días de mayo hasta que las urnas reordenen el tablero.
Por ahora, cruzan palabras, “asco”, “decepción”, adujo Lospennato. “Mentirosa”, lanzó el irascible de Casa Rosada en un encuentro de finanzas. Nada que no pueda ser reparado en cuestión de semanas, si toca regresar las citas en Casa Rosada para continuar unidos con la gesta libertaria.
La jefa de campaña del PRO en las elecciones para la Legislatura porteña, María Eugenia Vidal, levantó la bandera de Lospennato. La exgobernadora cuenta con el beneficio de que un juez de Comodoro Py la sobreseyó este año de la sospecha de enriquecimiento ilícito por la compra de un departamento oneroso en Recoleta, al que accedió mediante un particularísimo préstamo otorgado por su vendedor, luego de declarar por TV que su divorcio la había dejado en Pampa y la vía, “con media casa y medio auto”, para la carcajada de Fantino.
La exhaustiva investigación sobre el patrimonio de Vidal fue llevada a cabo por Ariel Lijo y Ramiro González. El juez firmó el sobreseimiento en pleno remo para ser juez de la Corte, una mera casualidad. El fiscal, quien suscribió el criterio de Lijo, seguramente no estuvo condicionado por haber quedado en el ojo de la tormenta tras su fastuosa fiesta de cumpleaños en Puerto Madero, de la que rápidamente quedó indemne.
Si del PRO se trata, resulta inevitable oir la voz de Cristian Ritondo, jefe del bloque en Diputados. El partido de Macri se encuentra en la encrucijada de que decidió competir con La Libertad Avanza en la elección de CABA, mientras negocia la unidad en la provincia de Buenos Aires. Ritondo, con sus fichas puestas en la Provincia, debe navegar esa contradicción y va de foto en foto entre los pulgares arriba y plano picado con el Presidente, y otra con pose de persona normal cuando se ve con Macri.
A Ritondo no lo preocupa lo chocante que resulta ser visto como promotor de la proscripción de candidaturas por razones de decencia al tiempo que la causa que debe investigar sus decenas de propiedades en Buenos Aires y Miami duerme en Comodoro Py. El interés del diputado bonaerense está en preservar los puentes con Karina Milei. Es por ello que se desvive por estas horas por coordinar una postura del PRO que deslinde de toda sospecha al Gobierno de haber pactado el voto de los dos senadores misioneros para voltear el proyecto de Ficha Limpia. Para Ritondo, en flagrante contradicción con Lospennato, la decisión de Sonia Rojas Decut y Carlos Arce es exclusiva decisión de Rovira.
Lo que hoy es pesar porque Rovira pactó con Milei para voltear el intento de proscripción de Cristina, ayer fue algarabía porque esos saltimbanquis, como los provinciales santacruceños, salteños, neuquinos y cordobeses y la UCR estaban en el mismo barco.
Más allá de sus diferencias circunstanciales, a Ritondo, Vidal y Lospennato los unen sus acciones. El trío, como todo el PRO, fueron garantes de que los hermanos Milei eludieran cualquier intento de investigación parlamentaria por la supuesta criptoestafa, o que el ultra pudiera hacer uso y abuso de la herramienta de los DNU como ningún otro Presidente, contra toda práctica republicana. Lo que hoy es pesar porque Rovira pactó con Milei la voltereta de los dos representantes de Misiones para bloquear el intento de proscripción de Cristina, ayer fue algarabía porque esos saltimbanquis, como los provinciales santacruceños, salteños, neuquinos y cordobeses, y gran parte de la UCR estuvieron subidos al mismo barco. Si de comprar votos se trata, como sugiere Lospennato, el rechazo debe ser la norma y no la excepción en las semanas previas a una elección que la tiene como protagonista.
No hay ningún principio ideológico ni aspiración de coherencia que esperar de Rojas Decut y Arce, como tampoco del jefe del bloque de la UCR, el correntino Eduardo Vischi, que cambió en cuestión de dos horas el sentido de su voto por una comisión investigadora de la criptoestafa. El peronista Edgardo Kueider goza de sus millones en Paraguay, pero no está solo. Hoy cabe obedecer a Milei, mañana escucharán ofertas así como ayer prestaron el oído a las de Cristina o Macri, si se quiere pensar bien, para favorecer las arcas de sus provincias. Es un dato penoso y repudiable de la política argentina, pero rige hace tiempo.
El debate sobre Ficha Limpia tiene otras aristas. Una de ellas es constitucional, lo que habría deparado nuevas escenas en el pantano judicial, por si hubiera pocas. Juristas cuestionan en qué medida una ley puede alterar el principio de presunción de inocencia hasta tanto no se alcance sentencia firme, y por qué correspondería agregar un impedimento para ejercer el derecho de ser elegido, pilar de la democracia.
Otra cuestión es el argumento elemental de que una disposición legal que otorgue tamaña responsabilidad a los jueces como sumarles a sus decisiones la posibilidad de vetar candidaturas requiere un elenco de jueces y fiscales intachable, que sería lo contrario de lo que ocurre en los tribunales federales. Quizás es casualidad, pero ocurre que muchos jueces y fiscales que abren, cierran, cajonean, manotean, absuelven y sentencian causas visitaron a Macri en sus altillos más reservados, se dejaron invitar a viajes por Clarín y/o acumulan prontuarios por supuestos delitos graves.
Del lado de los Milei, hubo razones comprensibles desde la óptica del interés político. Con el voto de los senadores de la Libertad Avanza, el Gobierno no terminó de ceder la bandera que hoy reclama con exclusividad el PRO, aunque el acuerdo con Rovira haya quedado demasiado expuesto. Dejar a Cristina en carrera implica extender una polarización en un principio eludida y luego fomentada por el mandatario, con la presunción de que es una rival a la que le gana. Macri podría explicarle los riesgos de la estrategia. En segundo orden, la vigencia de la expresidenta actúa como factor discordante en todo el campo opositor y erosiona la emergencia de Axel Kicillof, el único liderazgo potencialmente competitivo que asoma en el peronismo.
Quizás es casualidad, pero ocurre que muchos jueces y fiscales que abren, cierran, cajonean, manotean, absuelven y sentencian causas visitaron a Macri en sus altillos más reservados, se dejaron invitar a viajes por Clarín y/o acumulan prontuarios
Y nada de ello exime a Cristina y prominentes funcionarios kirchneristas de la promiscuidad de relaciones con empresarios corruptos como Lázaro Báez. El cristinismo se desentiende de las fundadas sospechas, por ejemplo, en el soterramiento del tren Sarmiento, la obra pública bajo el aspirante a monja de medianoche José López, las deudas impositivas acumuladas por Cristóbal López y un sinfín de casos de presunta corrupción, con el argumento de que Macri resuelve de taquito las cuentas offshore de su familia, los millones obtenidos del pase de manos de los parques eólicos, el soterramiento del Sarmiento (alcoyana) y otro sinfín de casos de presunta corrupción.
Una clave para abordar esta podredumbre está dada por la impostura honestista que sobrevuela la política hace décadas. En la medida en que la lucha conta la corrupción sea un arma de uso circunstancial e intermitente, a ser activada para dañar al rival y proteger a los propios, el estrago que causa la deshonestidad en las políticas públicas tendrá un largo recorrido.
No es una cuestión de dirigentes más o menos oportunistas e inescrupulosos, sino de instituciones y de actores centrales de la democracia, como los medios de comunicación. La filmación fraguada en el living del departamento de Elisa Carrió de un narco falsamente arrepentido por parte del programa de Jorge Lanata en Canal 13 para señalar a Aníbal Fernández como “La Morsa” a días de la elección que ganaría Vidal no sólo habla de la moralidad de los implicados, sino también de parte de la sociedad que decidió creerlo.
SL/MC
slacunza@eldiarioar.com
Aunque el carisma no es lo suyo, o al menos eso dicen quienes lo conocen más de cerca, Prevost reunía otra característica importante: su conexión con el mundo latinoamericano, ya que tiene también nacionalidad peruana, país en el que pasó buena parte de su vida religiosa
El estadounidense Robert Prevost será el papa León XIV
Cuando los visitantes entran en la Capilla Sixtina lo hacen con el rostro vuelto hacia arriba, no por devoción religiosa sino porque en su techo está quizá el fresco más famoso del mundo, pintado por el celebérrimo Miguel Ángel. Dicen que el papa Julio II se arrodilló y lloró emocionado el día que vio el trabajo de Buonarotti completado, con esas figuras que parecen desafiar la gravedad a más de 20 metros de altura. Pero ese majestuoso cielo de la Sixtina eclipsa lo que la capilla ofrece a una escala algo más humana, a la altura de los ojos: el trabajo de grandes artistas del Quattrocento como Sandro Botticelli, Pietro Perugino, Domenico Ghirlandaio o Luca Signorelli.
En Roma daba la sensación de que llevábamos semanas mirando al techo de la Sixtina, revisitando lo obvio, reproduciendo quinielas que se alimentaban de la información que los cardenales dejaban caer durante el precónclave, y también de las obsesiones de la prensa italiana, ansiosa por tener un papa tras casi medio siglo. Pietro Parolin aparecía como la opción más plausible: suficientemente 'continuista' por haber formado parte del Gobierno de Francisco, pero suficientemente independiente –o pactista– como para no sentirse atado a su legado. De hecho, algunas informaciones apuntaban a que Bergoglio le había quitado su confianza en los últimos tiempos.
Completaban la terna italiana una opción a medio camino entre el continuismo y la 'vuelta al orden', Pierbattista Pizzaballa, y Matteo María Zuppi, el preferido de los que querían un Papa en la línea del legado bergogliano.
Parolin se consolidó como el gran papable, y en las conversaciones y reuniones informales precónclave –luego publicadas en la prensa– se le adjudicaban entre 20 y 50 votos garantizados de los 89 necesarios para llegar a la Sala de las Lágrimas. Tantas eran sus posibilidades que el sector más ultra –encabezado ex pesos pesados de la Curia como el guineano Robert Sarah, el estadounidense Raymond Burke o el alemán Gerhard Müller– puso en marcha una operación para apoyar a Parolin a cambio de que pusiera a uno de los de su cuerda, Peter Erdo, como número dos de un futuro Gobierno vaticano. Parolin, designado además director del cónclave, entraba a la Capilla Sixtina como Papa, con la doble felicitación de su compatriota Gianbattista Re captada por un traicionero micrófono abierto antes del encierro.
Pero la clave estaba en las paredes y no en el techo.
Está claro que la elección del líder de la Iglesia católica tiene varias dimensiones: hay una en clave religiosa, por supuesto; un perfil capaz de conectar con un rebaño de casi 1.400 millones de fieles. Hay una dimensión política obvia, porque la del Papa es una voz con peso en la escena global, algo que quedó muy claro en los 13 años de gestión de Francisco, y en lo que han insistido mucho los cardenales en la previa: el desafío de un mundo fragmentado y en guerra, que olvida a los que más necesitan.
Hay además una clave interna de equilibrio entre el poder de la Curia y las congregaciones religiosas que trabajan sobre el terreno. Y también una de supervivencia de una institución que flaquea en el mundo Occidental y que con Bergoglio dejó de mirar su europeo ombligo para apostar por unas periferias en las que el catolicismo tiene oportunidades de crecer –África y Asia– y donde se le escurren devotos hacia otros credos cristianos como Latinoamérica –en las reuniones previas se habló repetidamente de la “amenaza de las sectas”–.
Esta complejidad multiplicó las opciones en un cónclave diverso y dividido, en la disyuntiva entre continuar o no la senda de Francisco.
Una figura llegada del otro lado del Atlántico comenzó a ganar fuerza. Primero por su perfil político. La imagen de Robert Prevost se dibujó desde el principio como una contrafigura de su compatriota Raymond Burke, la apuesta de un Donald Trump al que le divierte aparecer vestido de pontífice. ¿Un Papa estadounidense para contrarrestar la deriva antiderechos del Gobierno de Estados Unidos? Al menos un hombre que conoce el poder político en ese país, sus códigos, y que puede abrir una vía de diálogo y también plantarse frente a lo que resulte inaceptable a ojos de una Iglesia que, en su primer discurso, ha definido como “abierta a los que menos tienen”.
Aunque el carisma no es lo suyo, o al menos eso dicen quienes lo conocen más de cerca, Prevost reunía otra característica importante: su conexión con el mundo latinoamericano, ya que tiene también nacionalidad peruana, país en el que pasó buena parte de su vida religiosa. De hecho, uno de sus primeros gestos ha sido dar parte de su discurso en español y no en inglés, saludando especialmente a su diócesis en Chiclayo, en el país andino.
En cuanto a su papel frente a la división interna de la Iglesia, Francisco colocó a Prevost en el centro mismo de la Curia, en el dicasterio de los obispos, por lo que no es un desconocido en Roma y puede tender esos puentes de los que habla también con el poder político vaticano. El nuevo Papa no era el perfil más obvio. Ni siquiera supone un mensaje de efecto como lo hubiera sido un papa asiático o africano. Es del país de Trump y habla español, y puede ver en clave vaticana los nuevos ejes políticos de un mundo en crisis.
En 2024 los Museos Vaticanos recibieron cerca de siete millones de visitantes. No es extraño. El poder político y económico de la Iglesia católica a lo largo de la historia la ha convertido en depositaria de algunas de las obras de arte más importantes del mundo. La joya de ese patrimonio, adonde peregrinan miles de turistas cada año, es una habitación de 40 metros de largo por 13 de ancho. Un recinto decorado de paredes a techo donde este jueves se ha decidido un futuro para esta institución mirando no el techo, sino las paredes.