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Robert Prevost se presenta ante la plaza de San Pedro como un papa que defiende "una Iglesia que construye puentes, diálogo, dispuesta a recibir a todos los que lo necesitan", en un discurso muy en la línea de Francisco, y desarma las intenciones del sector más conservador apoyado por su compatriota Donald Trump
El estadounidense Robert Prevost ya es el papa León XIV
Un estadounidense que hace su discurso en italiano y a la mitad se lanza a hablar en español. Un “puente”, la palabra que repitió en varias ocasiones desde el balcón de San Pedro, entre el mundo de la iglesia de Roma y la misionera en los territorios, un papa que dedica sus primeras palabras a la paz y que se coloca como una contrafigura de los sectores católicos más conservadores de Norteamérica jaleados por el movimiento MAGA de Donald Trump.
Robert Prevost (Chicago, 1955) consiguió convertirse en esa opción de consenso que buscaba el cónclave más diverso y multitudinario de la historia. Y su elección, en apenas cuatro votaciones –poco más de una jornada de encierro en la Capilla Sixtina– resolvió la gran incógnita de estas semanas, tras la muerte de Jorge Bergoglio: ¿la Iglesia buscaría un pontífice continuista o se impondrían las intenciones de un sector de la Curia de dar marcha atrás en el camino marcado por el pontificado de Francisco?
León XIV no tardó en responder a esa pregunta. En su discurso, antes de agradecer a los cardenales que lo eligieron quiso dar las gracias al papa fallecido, y recordó su bendición Urbi et Orbi en el día de Pascua, horas antes de morir. Esto no quiere decir que vaya a profundizar las reformas que había iniciado Bergoglio, pero sí significa que los sectores vaticanos más conservadores –encabezados por el guineano Robert Sarah y el alemán Gerhard Müller– no consiguieron convencer a una mayoría de un cambio de rumbo. Lo intentaron primero con los candidatos más ultras: el también estadounidense Raymond Burke, por ejemplo, y una opción menos radical: Peter Erdo. Y después desplegaron una estrategia para apoyar al preferido en todas las apuestas, el italiano Pietro Parolin, a cambio que pusiese a uno de los suyos como número dos. No funcionó. Parolin entró papa y salió cardenal, como auguraban algunos.
La opción de Prevost fue creciendo con los días, al entender que podía ser un candidato que aunara la capacidad de gestión, contactos con la Curia –Francisco lo colocó en uno de los lugares claves, el dicasterio de obispos–, conocimiento del terreno –es agustino e hizo buena parte de su trabajo en Perú– y un perfil político “en tiempos de incertidumbre y violencia”, como habían destacado los cardenales en las sesiones preparatorias del cónclave.
Para eso, eligieron un cardenal que conoce a la perfección lo que sucede en un país en el que las políticas antiderechos se fueron instalando como la normalidad. Una de las últimas cosas que hizo Francisco antes de ingresar en el hospital Gemelli fue pedirle a los obispos estadounidenses que se opusieran de la forma que pudieran a las deportaciones masivas de Trump.
La elección de Prevost le da una vuelta de tuerca al eje de conflicto Roma-Washington colocando en la silla de Pedro precisamente a un estadounidense. Pero no a uno cualquiera: uno que hizo buena parte de su trabajo religioso en América latina –origen mayoritario de los migrantes en el país norteamericano– y que en sus primeras palabras decidió, en lugar de hablar en inglés, hacerlo en español.
En su discurso, León XIV habló de “recibir a todos los que lo necesitan”, de “diálogo” y de ser “un solo pueblo en paz”, conceptos con un alto contenido político y en clara oposición con los de la Administración Trump. De hecho, Prevost compartió en sus redes sociales un artículo titulado JD Vance se equivoca en el que la teóloga y escritora Kat Armas rebatía unas afirmaciones del vicepresidente de Estados Unidos sobre que Jesucristo llamaba a priorizar la familia antes que el prójimo.
Otro de los mensajes enviados por el nuevo papa tiene que ver con el nombre que eligió como pontífice. Según explicó el portavoz vaticano, Matteo Bruni, se trata de “una clara referencia a la moderna doctrina social de la Iglesia, y el papa que la inició, León XIII”. Su encíclica Rerum Novarum, de 1891, fue vista como la primera gran encíclica social, y analizaba la situación de las clases trabajadoras en plena revolución industrial. Bruni hizo una comparación con aquel momento con el actual, en el que es preciso analizar el papel de mujeres y hombres frente al trabajo “en una época marcada por la inteligencia artificial”.
Aunque el carisma no es lo suyo, o al menos eso dicen quienes lo conocen más de cerca, Prevost reunía otra característica importante: su conexión con el mundo latinoamericano, ya que tiene también nacionalidad peruana, país en el que pasó buena parte de su vida religiosa
El estadounidense Robert Prevost será el papa León XIV
Cuando los visitantes entran en la Capilla Sixtina lo hacen con el rostro vuelto hacia arriba, no por devoción religiosa sino porque en su techo está quizá el fresco más famoso del mundo, pintado por el celebérrimo Miguel Ángel. Dicen que el papa Julio II se arrodilló y lloró emocionado el día que vio el trabajo de Buonarotti completado, con esas figuras que parecen desafiar la gravedad a más de 20 metros de altura. Pero ese majestuoso cielo de la Sixtina eclipsa lo que la capilla ofrece a una escala algo más humana, a la altura de los ojos: el trabajo de grandes artistas del Quattrocento como Sandro Botticelli, Pietro Perugino, Domenico Ghirlandaio o Luca Signorelli.
En Roma daba la sensación de que llevábamos semanas mirando al techo de la Sixtina, revisitando lo obvio, reproduciendo quinielas que se alimentaban de la información que los cardenales dejaban caer durante el precónclave, y también de las obsesiones de la prensa italiana, ansiosa por tener un papa tras casi medio siglo. Pietro Parolin aparecía como la opción más plausible: suficientemente 'continuista' por haber formado parte del Gobierno de Francisco, pero suficientemente independiente –o pactista– como para no sentirse atado a su legado. De hecho, algunas informaciones apuntaban a que Bergoglio le había quitado su confianza en los últimos tiempos.
Completaban la terna italiana una opción a medio camino entre el continuismo y la 'vuelta al orden', Pierbattista Pizzaballa, y Matteo María Zuppi, el preferido de los que querían un Papa en la línea del legado bergogliano.
Parolin se consolidó como el gran papable, y en las conversaciones y reuniones informales precónclave –luego publicadas en la prensa– se le adjudicaban entre 20 y 50 votos garantizados de los 89 necesarios para llegar a la Sala de las Lágrimas. Tantas eran sus posibilidades que el sector más ultra –encabezado ex pesos pesados de la Curia como el guineano Robert Sarah, el estadounidense Raymond Burke o el alemán Gerhard Müller– puso en marcha una operación para apoyar a Parolin a cambio de que pusiera a uno de los de su cuerda, Peter Erdo, como número dos de un futuro Gobierno vaticano. Parolin, designado además director del cónclave, entraba a la Capilla Sixtina como Papa, con la doble felicitación de su compatriota Gianbattista Re captada por un traicionero micrófono abierto antes del encierro.
Pero la clave estaba en las paredes y no en el techo.
Está claro que la elección del líder de la Iglesia católica tiene varias dimensiones: hay una en clave religiosa, por supuesto; un perfil capaz de conectar con un rebaño de casi 1.400 millones de fieles. Hay una dimensión política obvia, porque la del Papa es una voz con peso en la escena global, algo que quedó muy claro en los 13 años de gestión de Francisco, y en lo que han insistido mucho los cardenales en la previa: el desafío de un mundo fragmentado y en guerra, que olvida a los que más necesitan.
Hay además una clave interna de equilibrio entre el poder de la Curia y las congregaciones religiosas que trabajan sobre el terreno. Y también una de supervivencia de una institución que flaquea en el mundo Occidental y que con Bergoglio dejó de mirar su europeo ombligo para apostar por unas periferias en las que el catolicismo tiene oportunidades de crecer –África y Asia– y donde se le escurren devotos hacia otros credos cristianos como Latinoamérica –en las reuniones previas se habló repetidamente de la “amenaza de las sectas”–.
Esta complejidad multiplicó las opciones en un cónclave diverso y dividido, en la disyuntiva entre continuar o no la senda de Francisco.
Una figura llegada del otro lado del Atlántico comenzó a ganar fuerza. Primero por su perfil político. La imagen de Robert Prevost se dibujó desde el principio como una contrafigura de su compatriota Raymond Burke, la apuesta de un Donald Trump al que le divierte aparecer vestido de pontífice. ¿Un Papa estadounidense para contrarrestar la deriva antiderechos del Gobierno de Estados Unidos? Al menos un hombre que conoce el poder político en ese país, sus códigos, y que puede abrir una vía de diálogo y también plantarse frente a lo que resulte inaceptable a ojos de una Iglesia que, en su primer discurso, ha definido como “abierta a los que menos tienen”.
Aunque el carisma no es lo suyo, o al menos eso dicen quienes lo conocen más de cerca, Prevost reunía otra característica importante: su conexión con el mundo latinoamericano, ya que tiene también nacionalidad peruana, país en el que pasó buena parte de su vida religiosa. De hecho, uno de sus primeros gestos ha sido dar parte de su discurso en español y no en inglés, saludando especialmente a su diócesis en Chiclayo, en el país andino.
En cuanto a su papel frente a la división interna de la Iglesia, Francisco colocó a Prevost en el centro mismo de la Curia, en el dicasterio de los obispos, por lo que no es un desconocido en Roma y puede tender esos puentes de los que habla también con el poder político vaticano. El nuevo Papa no era el perfil más obvio. Ni siquiera supone un mensaje de efecto como lo hubiera sido un papa asiático o africano. Es del país de Trump y habla español, y puede ver en clave vaticana los nuevos ejes políticos de un mundo en crisis.
En 2024 los Museos Vaticanos recibieron cerca de siete millones de visitantes. No es extraño. El poder político y económico de la Iglesia católica a lo largo de la historia la ha convertido en depositaria de algunas de las obras de arte más importantes del mundo. La joya de ese patrimonio, adonde peregrinan miles de turistas cada año, es una habitación de 40 metros de largo por 13 de ancho. Un recinto decorado de paredes a techo donde este jueves se ha decidido un futuro para esta institución mirando no el techo, sino las paredes.
El primer discurso del papa León XVI desde el balcón principal de la plaza de San Pedro del Vaticano
El estadounidense Robert Prevost será el papa León XIV
Perfil - Robert Prevost, un puente entre dos mundos
El papa León XIV pidió hoy ayuda a la gente para “construir puentes de paz” con el objetivo también de buscar la justicia e invitó a hacerlo sin miedo, y dirigió un “saludo de paz” en sus primeras palabras desde el balcón de la Plaza de San Pedro.
Tras su elección como nuevo pontífice, anunciada mediante la fumata blanca, el cardenal estadounidense Robert Francis Prevost compareció poco más de una hora después ante miles de fieles concentrados en San Pedro.
Allí dijo que Dios ama a la humanidad “incondicionalmente” y animó a caminar “unidos, de la mano”, con la premisa de que “el mal no prevalecerá”. Emocionado al salir al balcón de San Pedro, León XIV añadió que la paz ha de ser “humilde y perseverante”.
La transcripción completa del primer discurso del Papa León XIV:
La paz esté con todos vosotros. Queridísimos hermanos y hermanas. Este es el primer saludo de Cristo resucitado que ha dado la vida. El Buen Pastor que dio la vida por el rebaño de Dios. Yo también querría que este saludo entrase en nuestro corazón y llegase a vuestras familias, a todas las personas, estén donde estén. A todos los pueblos, a toda la Tierra. La paz esté con vosotros.
Esta es la paz de Cristo resucitado. Una paz desarmada y una paz desarmante, humilde y perseverante. Proviene de Dios. Dios, que nos ama a todos de manera incondicional. Aunque ahora, nosotros aquí seguimos conservando en nuestros oídos esa voz débil, pero siempre valiente, del Papa Francisco que bendijo a Roma.
El Papa que bendijo a Roma daba su bendición al mundo, al mundo entero. Esa mañana del día de Pascua. Permitidme seguir esa bendición. Dios nos quiere. Dios nos ama a todos. Y el mal no prevalecerá. Todos estamos en manos de Dios.
Por lo tanto, sin miedo Mano a mano, unidos hoy de la mano de Dios y entre nosotros, avancemos hacia adelante. Seamos discípulos de Cristo. Cristo te precede. El mundo necesita su luz. La humanidad necesita de él como el puente para ser alcanzada por Dios y por su amor. Ayudadnos también a ser vosotros, los unos con los otros, a construir puentes con el diálogo, con el encuentro, uniéndonos todos para ser un único pueblo siempre en paz. Gracias al Papa Francisco.
También quiero dar las gracias a todos los hermanos cardenales que me han elegido para ser el sucesor de Pedro y caminar junto a vosotros como Iglesia unida, buscando siempre la paz, la justicia, buscando siempre trabajar como hombres y mujeres fieles a Jesucristo. Sin miedo, para proclamar el Evangelio, para ser misioneros.
Soy un hijo de San Agustín. Agustiniano. Que dijo “Con vosotros soy cristiano y por vosotros obispo”. En este sentido podemos todos caminar juntos hacia esta patria que nos ha pereparado Dios.
A la Iglesia de Roma, un saludo especial. Debemos comenzar juntos una iglesia misionera. Una iglesia que construya puentes de apertura y de diálogo siempre abierta a recibir. Como esta plaza, con los brazos abiertos a todos. Todos aquellos que necesitan caridad. Nuestra presencia, el diálogo y el amor.
Y se me permiten, también una palabra, un saludo a todos aquellos y en modo particular a mi querida Diócesis de Chiclayo en el Perú, donde un pueblo fiel ha acompañado a su obispo, ha compartido su fe y ha dado tanto, tanto, para seguir siendo Iglesia fiel de Jesucristo.
A todos vosotros, hermanos y hermanas, de Roma, de Italia, de todo el mundo. Queremos ser una Iglesia sinodal, una Iglesia que camina, una Iglesia que busca siempre la paz, que busca siempre la caridad, que busca siempre estar cercanos, sobre todo a aquellos que sufren.
La fecha de la ceremonia aún no trascendió, pero se prevé que se llevará a cabo entre cinco y siete días y después luego del cónclave.
El Gobierno anunció este jueves que el presidente Javier Milei viajará a la ceremonia de asunción del flamante papa León XIV.
“El Presidente Javier Milei asistirá a la Solemne Ceremonia de Inauguración del Pontificado de Su Santidad León XIV, en representación de la República Argentina. Fin”, indicó el vocero presidencial y candidato a legislador porteño, Manuel Adorni, en su cuenta de la red social X.
La fecha de la ceremonia aún no trascendió, pero se prevé que se llevará a cabo entre cinco y siete días y después luego del cónclave.
León XIV es el nuevo líder de la Iglesia católica y reemplaza al papa Francisco, quien falleció el 21 de abril, a los 88 años, como consecuencia de un derrame cerebral.
MM
Con información de agencias.
Robert Prevost es el primer papa estadounidense aunque tiene una gran vinculación con Latinoamérica. Se le considera continuista de Francisco.
El estadounidense Robert Prevost será el papa León XIV
Robert Prevost (Chicago, 1955) es el nuevo Papa. El estadounidense, un perfil atípico, sintetiza lo mejor de dos continentes: la eficacia organizativa estadounidense y la sensibilidad pastoral latinoamericana, dos pilares clave para continuar la revolución sinodal de Francisco.
Combina el pragmatismo norteamericano con la calidez y el colorido de la piel latinoamericana, donde se fogueó y se curtió como pastor. Y, además, podría erigirse en muro de contención frente al presidente Donald Trump, cuyos mecanismos políticos conoce a la perfección.
Desde el momento en el que sonó como papable se desencadenó una campaña contra él por parte de los rigoristas, que, con mentiras y medias verdades, le acusan de encubrimiento de casos de abuso sexual. Algo que se demostró ser absolutamente falso.
Su principal reto es trasladar su eficacia administrativa al carisma profético que exige el momento. Mientras Francisco combinó gestos radicales (lavatorio de pies a reclusos) con reformas estructurales, Prevost deberá demostrar que puede “desatar los nudos” del clericalismo sin quedar atrapado en la maquinaria vaticana.
En un cónclave donde la sinodalidad es la línea roja, su trayectoria como formador de comunidades participativas en Perú y su actual control del mapa episcopal global lo convierten en un continuador viable del proyecto franciscano. La pregunta es si su perfil bajo podrá encender el mismo fuego reformista que el papa argentino.
Como escribió Francisco en Evangelii Gaudium: “Prefiero una Iglesia accidentada a una Iglesia enferma de encierro”. Prevost parece tener las herramientas para evitar ese encierro.
Prevost pasó 18 años en Perú (1985-2003), dirigiendo seminarios, formando sacerdotes y trabajando en barrios marginados de Trujillo y, sobre todo, como obispo de Chiclayo. Este bagaje le permite articular el diálogo Norte-Sur, vital para una Iglesia que Francisco quiso desoccidentalizar. Su conocimiento de realidades como la migración masiva o la pobreza estructural lo acerca al “olor de las ovejas” bergogliano.
Como prefecto del Dicasterio para los Obispos desde 2023, Prevost controla el “termómetro” del cambio eclesial: selecciona obispos según criterios de sinodalidad, misericordia y opción por los pobres, alineados con el magisterio de Francisco. Su designación en este cargo clave fue interpretada como un espaldarazo del papa a su perfil reformista.
Su paso por la Curia General agustina (2001-2013), donde dirigió una orden global con presencia en 50 países, le otorga habilidad para navegar entre tradición y reforma. Este equilibrio es crucial para mantener unida a una Iglesia fracturada entre “rigoristas” y “pastorales”.
Como obispo de Chiclayo (2015-2023), priorizó visitas a comunidades rurales y programas contra la desnutrición infantil, reflejando la “Iglesia en salida” franciscana. Su trabajo en la Conferencia Episcopal Peruana (2018-2023) como vicepresidente demostró capacidad para construir consensos en entornos plurales.
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