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Las familias Páez y Medina, de Laguna Paiva, fueron víctimas de una persecución atroz. Este juicio, conocido como Laguna Paiva II, comprende a 16 menores de edad, entre uno y quince años, que fueron secuestrados, llevados a centros clandestinos de detención y 11 sufrieron abandono de persona.
Tras un juicio de un año y medio condenaron a 17 represores por crímenes de lesa humanidad en Tucumán
“Nos trataron como a un botín de guerra, sufrimos violencia, vimos cómo torturaban a nuestros padres y nos separaron; no merecemos el olvido, solo justicia por tanto dolor”, reflexiona Mario Páez, desde Laguna Paiva, una pequeña ciudad ubicada al norte de Santa Fe. Fue secuestrado cuando tenía 14 años, en febrero de 1980, por una patota policial que ya había cometido una seguidilla de detenciones ilegales y que buscaba a su padre, Catalino Páez, fallecido en 2016. En 2025 será uno de los testigos en un juicio oral que sentará un precedente porque el Tribunal Oral de Santa Fe juzgará a cinco imputados por delitos específicos contra las infancias, acusados de abandono de persona como crimen de lesa humanidad, tormentos y privación ilegítima de la libertad agravada, durante la última dictadura cívico militar.
Este juicio, conocido como Laguna Paiva II, comprende a 16 víctimas menores edad, entre uno y quince años, que fueron secuestrados, llevados a centros clandestinos de detención y 11 sufrieron abandono de persona. Las niñas y niños, arrancados de sus casas junto a sus padres, fueron trasladados al Departamento de Informaciones de la Policía (D2) o a la Guardia de Infantería Reforzada, “centros clandestinos de detención (CCD) de la ciudad de Santa Fe en donde permanecieron en condiciones infrahumanas de vida”, se señaló en la denuncia a la que accedió elDiarioAR y que avanzó por el volumen de las pruebas. “Quedaron absolutamente abandonados a su suerte”, se puntualizó.
En todos los casos, los niños padecieron el despliegue del terror en contra de sus vidas y fueron testigos y víctimas de las amenazas de las patotas de criminales que destrozaron sus hogares, sostuvo Federico Pagliero, uno de los abogados responsables de motorizar la causa, en representación de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos (ADPH) Regional Rosario. Los imputados son Antonio Parvellotti, ex subjefe del Departamento de Informaciones D2 de la Policía de Santa Fe; Eduardo Riuli, ex oficial ayudante del D2; Víctor Brusa, que al momento de los hechos era secretario del juzgado federal; Oscar Valdéz, ex oficial ayudante del D2, y Fernando Mendoza, que ex comisario de la seccional de Laguna Paiva.
–¿Cuál es la importancia de este juicio que se hará en 2025?–, consultó elDiarioAR a Pagliero.
–De este nuevo debate se puede abrir un precedente novedoso para la ampliación de los sujetos de derechos y los juzgamientos por crímenes de lesa humanidad porque además de las víctimas directas, que fueron los hombres y las mujeres buscados, también hubo familias e hijos abandonados.
–¿El abandono constituye un delito de lesa humanidad?
–Por supuesto y eso surge con claridad de los testimonios. “Sobrevivimos de casualidad”, nos relataron las víctimas que durante los secuestros pasaron hambre, penurias y situaciones muy dolorosas. Busqué antecedentes de estos delitos en los juicios por crímenes de lesa humanidad y no los hay, por lo que será un acto de reparación para estos hombres y mujeres que durante años no se animaron a hablar o no pudieron hacerlo.
–¿Podría aseverarse que el terrorismo de Estado tuvo como objetivo también a las infancias, en algunos casos?
–Es así, porque la persecución genocida no solo se dio contra las personas que tenían militancia política, sino también contra sus familias. Por el valiente testimonio de 16 sobrevivientes, que eran niños en 1980, constatamos que hubo terrorismo de Estado contras las infancias llevado adelante mediante secuestros, torturas, abuso sexual y en mayor medida, mediante el abandono de las infancias luego del secuestro de sus padres.
Constatamos que hubo terrorismo de Estado contras las infancias llevado adelante mediante secuestros, torturas, abuso sexual y en mayor medida, mediante el abandono de las infancias luego del secuestro de sus padres
La APDH Rosario emitió un comunicado en relación a la causa Laguna Paiva II, cuyo debate oral comenzará en junio de 2025. “Las niñas y niños de Laguna Paiva tendrán su juicio”, se tituló el documento en el que se señala que “es un juicio histórico de lesa humanidad por incluir un delito inédito en la historia de estos debates”. “Se juzgará el abandono de persona en relación a los niños y niñas que fueron abandonados cuando sus padres y madres fueron secuestrados por la patota genocida del centro clandestino 'D2' de Santa Fe”, puntualizó el pronunciamiento.
En diálogo con elDiarioAR, Norma Ríos, de 72 años, miembro honoraria de la APDH a nivel nacional, de la que es su secretaria sobre casos de delitos de lesa humanidad, e integrante de la mesa directiva de Rosario, señaló que “es inmensa” la importancia del juicio. “Hasta aquí, sólo se habló de las víctimas directas, entre las que está la apropiación de niños, pero nunca de los chicos que estaban en las casas cuando golpearon, secuestraron o asesinaron a sus padres”, sostuvo. “Aunque a algunos los hayan entregado a familiares, es inmenso e inimaginable el dolor de los chicos que durante años callaron esos abusos y torturas. Y hay que sacarlo a la luz. Es preciso poner sobre la mesa la perversión y esa crueldad contra la niñez porque les pasó a muchos y nunca hablaron. Hay que romper con ese silencio y con ese dolor que sobrellevan hombres y mujeres que ya son mayores de 40 años”, destacó la Ríos.
Hasta ahora sólo se habló de las víctimas directas, entre las que está la apropiación de niños, pero nunca de los chicos que estaban en las casas cuando golpearon, secuestraron o asesinaron a sus padres
La dirigente hizo hincapié en que estos delitos, en este caso, se cometieron en una ciudad pequeña, como Laguna Paiva, que hoy tiene alrededor de 16.000 habitantes, en donde fue difícil romper el silencio por la estigmatización que pesaba sobre los padres de estos niños. “En el pueblo nos decían 'ahí van los tirabombas o los tupamaros'”, contó Mario Páez, quien reconoció que fue duro sacar esos recuerdos. Por eso, Ríos destacó el trabajo del equipo legal.
Sobre ello, el abogado Pagliero, de 37 años, admitió que fue complicado comenzar a hablar con esos adultos sobre lo que les había sucedido en la niñez. “Viajamos mucho a Laguna Paiva, nos encontramos varias veces y eso generó un ambiente de confianza. Tanta, que nos sorprendió que cuando empezaron a hablar los primeros después se sumó el resto y no pararon de recibir información y testimonios. Parecíamos un equipo de Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (CONADEP) rompiendo un silencio de más de 40 años”, rememoró. “Hoy somos como una gran familia”, reflexionó.
En el pueblo nos decían 'ahí van los tirabombas o los tupamaros'
En el TOF de Rosario ya se realizó en 2021 el juicio “Laguna Paiva I”, también impulsado por la APDH Rosario, cuyo resultado fueron condenas de entre 5 y 6 años, que dejó insatisfechos a los denunciantes pero que fue la punta del ovillo para este segundo juicio. En esa ocasión, fue Mario Páez, de 60 años, el único testigo que era un niño cuando se abordaron los secuestros de su padre, tíos y parientes adultos, todos ocurridos entre febrero y abril de 1980.
En ese primer juicio quedó en claro que el grupo de tareas D2 se ensañó con Catalino Páez y su extensa familia. Una particularidad es que todos los hermanos Páez se casaron con las hermanas Medina, formaron una gran familia en Laguna Paiva y sufrieron en carne propia la persecución estatal.
¿Por qué Catalino? Criado en el campo, trabajó desde joven en el frigorífico Nelson, en Laguna Paiva, en donde se sumó a la militancia político obrera al integrarse al Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT) y convertirse en la cara visible de la organización sindical La Lucha. Fue protagonista de huelgas, era una voz con fuerte predicamento en su pueblo y fue el responsable de su partidario en la zona, por lo que estuvo en la mira de las fuerzas represivas desde antes del golpe de Estado del 24 de marzo de 1976. Cuando se producen las primeras desapariciones, el dirigente abandona el pueblo y se aleja a “un exilio interno”, como lo describe su hijo mayor, Mario. De ser una familia en la que se vivía con un sueldo fijo se convierten en nómades que se afincaban en pueblos pequeños para dedicarse durante meses a actividades del campo, como trabajar en cosechas. “A veces, muchas, apenas había para comer”, rememora.
En ese recorrido para escabullirse, Catalino y su familia se instalan en Lima, provincia de Buenos Aires, en donde trabajan en la fabricación artesanal de ladrillos. Antes de dar con el dirigente, las fuerzas represivas secuestraron a Miguel Páez, a su esposa Elva Medina y a sus cuatro hijos. La hija mayor, de 15 años, fue torturada. También caen sobre Graciela Páez y sus cuatro hijos. En la ciudad de Esperanza, en Santa Fe, se llevan a María Ceferina Páez, a su esposo y dejan a sus cinco hijos abandonados en la casa familiar. La hija mayor, de 13 años, buscaría durante días a sus padres hasta llegar a la comisaría de la localidad, en donde es detenida y sometida a abusos, aunque todavía no pudo darse con la identidad de sus autores, que serían del D2 de Santa Fe. En Seres, finalmente, se llevan a Ramona Páez. Un raid delictivo con el que los genocidas unieron piezas hasta dar con el último destino de Catalino y su familia.
El 15 de febrero de 1980, Catalino amaneció con problemas de salud y se fue a ver a un médico en el pueblo, recordó a elDiarioAR su hijo Mario. Por entonces, el matrimonio tenía ocho hijos: Mario (14 años), Mónica (12), Ramón (10), Carlos (9), Jesús (6) César (5) y Ceferino, de 18 meses. Juana estaba embarazada de María, de dos meses. Cuando su padre no estaba, uniformados rodearon la humilde vivienda, golpearon a su madre, lo tomaron a él de los pelos y lo tiraron al piso. “A los dos nos preguntaban por mi padre, mientras nos amenazaban con armas que nos apoyaban en el cuello”, recuerda. Una hora más tarde, su padre regresó del pueblo y apenas se dio cuenta de la situación fue encapuchado y golpeado de manera salvaje. Los tres fueron llevados a dependencias del D2, ubicadas en la esquina de San Martín y Obispo Gelabert, en el centro de Santa Fe. Catalino y su esposa fueron torturados y golpeados. Mario también.
Sus hermanos, agregó Mario, sobrevivieron unos días con la venta de los ladrillos que ya estaban terminados, hasta que una familia vecina los acogió. Después, fueron a parar a servicios sociales del Estado provincial, hasta que fueron recuperados por su madre un mes después, luego de ser liberada. “En ningún caso de los Páez y Medina hubo muertes pero sí una sistemática violación a los derechos humanos. Además de perseguirlos y haberles saqueado sus casas, los dejaron sin nada. Esos niños vieron escenas que jamás olvidarán y que quizás encuentren algo de consuelo en la justicia”, sostuvo el abogado Pagliero. Catalino fue liberado en 1984 y retornó a la militancia.
En la voz de Mario Páez no hay bronca, ni sed venganza. Relata con tranquilidad cada suceso pero sí salen a la superficie sus dudas, preguntas sin respuestas. “¿Por qué nos pasó esto a nosotros y con ese odio, si mi padre y mis tíos jamás agarraron un arma, eran hombres de trabajo, de campo? ¿Por qué la gente se olvida y prefiere mirar para otro lado? ¿Por qué tuvimos que esperar tanto tiempo para que haya algo de justicia?”. Muchos por qué, que quizás no sean todos respondidos en un nuevo juicio, aunque las familias tienen esperanzas.
Cuando elDiarioAR pregunta cómo recuerda a su padre, Mario se derrumba. Su voz se quiebra. Intenta hablar pero no puede. Hace silencio. Pide disculpas. Como si tuviera que pedir perdón por conmoverse una víctima de la última dictadura cívico militar que vio como torturaban a su padre, al que casi no reconoció por el rostro deformado de los golpes. Y que vio también de qué manera pateaban a su madre en el vientre, pese a que clamaba que no lo hicieran porque estaba embarazada.
“Mi padre fue un hombre comprometido con sus ideas –dice–, con ganas de vivir en un país justo y reivindicaba las luchas de los postergados. No merecemos el olvido, solo justicia por tanto dolor”.
DC/MG
La mayoría de votantes vacilantes o debutantes que en EEUU se decidió el 5 de noviembre contra la candidatura presidencial oficialista dice en las encuestas post-electorales que "a Kamala Harris le importan más las guerras culturales que la cuenta del almacén". "Así son siempre los demócratas", les decía la campaña electoral republicana, y hoy Donald Trump es presidente electo.
A la más diligente de las ojeadas retrospectivas, detenida por un momento en la década de 1970, le sería arduo cumplir el cometido de señalar precedentes en la opinión pública o en el comentario político que gozaran de consensos amplios en algún sector o movimiento ampliamente representativo de una sociedad que coincidieran en describir una declaración de la prioridad de la economía sobre la cultura como un giro a la derecha. Al menos así, en abstracto, sin entrar en más detalle, sin la prudencia de reclamar definiciones: qué debemos entender por economía, qué por cultura. En especial, habría sido trabajoso encontrar apoyo entre en voces de izquierda. Al revés -siempre en este andarivel por exceso generalista-: todo enunciado de subsidiariedad de la cultura, de su degradación en rango a expensas de cualquier promoción reconocida a la crasa primacía de la economía en nuestra existencia social y en nuestras vidas privadas y cotidianas se vería probablemente denunciado por su materialismo crudo, por su sumisión o creencia (siempre arcaica, para el liberalismo) en algún atávico dogma socialista. Elogiada o estigmatizada, toda admisión de una primacía permanente o coyuntural de la economía sobre la cultura nunca habría sido vista como un paso más en un proceso de derechización.
En la década de 2020, la opción del electorado en las presidenciales de 2024 a favor del candidato presidencial que prometió a un proletariado multirracial más dinero en la cuenta bancaria a fin de mes y el repudio de ese electorado por la candidata que prometió más libertad (y restauración federal de la libertad de abortar a las mujeres), más derechos a toda la ciudadanía (y atención a los derechos especiales de las minorías postergadas o en riesgo), y que con la democracia se cura, se enseña y se come confirma una tendencia, ahora más irrecusable que nunca si alguna vez lo fue, de derechización de sistemas democráticos en peligro. Spoiler (¿conformista?): nada es tan simple.
En la década de 1950, en el ensayo “El pensamiento de derecha, hoy” de Simone de Beauvoir (traducido al castellano y publicado en Buenos Aires en la década de 1970 por Juan José Sebreli), la autora de El segundo sexo dijo famosamente que quien no es de izquierda ni derecha es de derecha y que cualquier aspirante al poder que no diga luchar en primer lugar por el proletariado será de izquierda. La taxonomía se ve extendida a todos los ámbitos. En las artes, el realismo es más lúcido y más de izquierda (en nota al pie, se aclara, ante la duda, que en virtud de este razonamiento la literatura fantástica es en efecto de derecha). El resultado de las elecciones presidenciales de EEUU del primer martes de noviembre de 2024 insinúa que el ensayo de la escritora francesa está lejos de ser un arbitrario, obsesivo ejercicio de minucia clasificatoria.
El martes 5 de noviembre, en la misma cita electoral de las presidenciales, 10 estados en EEUU votaron un referéndum sobre el aborto. En 8 de los 10 estados, un promedio de seis sobre cada 10 votos, o una proporción mayor, fue a favor de proteger constitucionalmente el derecho al aborto y aun de explicitar sus términos y extender la legalidad al fin del embarazo. En estos estados Kamala Harris, que había hecho campaña con el argumento de federalizar el derecho al aborto, no ganó el voto. El derecho de las mujeres a la interrupción voluntaria del embarazo demostró ser más popular que la candidata oficialista demócrata.
Publicado en dos entregas de la revista Les Temps Modernes (1954) y reunido al año siguiente en el volumen Privilegios (1955), “El pensamiento de derecha, hoy” es una reflexión sobre la ubicuidad de la política en decisiones que no dejan de ser libres por ser políticas ni por haberse visto guiadas, antes que por otras fuerzas, por una orientación de clase, y del carácter sustantivo del clivaje entre derechas e izquierdas inteligible en los comportamientos de sociedades o individuos.
A primera vista, hoy habríamos llegado a un antagonismo flagrante pero perfecto en nuestra correlación entre hechos y valores, en la caracterización de conductas y procesos de izquierda y de derecha, si la comparamos con aquella generalmente en curso medio siglo atrás. La mayoría de votantes vacilantes o debutantes que en EEUU en 2024 giró o votó por primera vez contra la candidatura demócrata respondió en encuestas o focus-groups post-electorales que habían obrado así porque, en resumen, ‘A Kamala Harris le importan más las guerras culturales que la cuenta del almacén’.
El slogan más definitivo, y significativo, de la campaña de Harris logró mucho más que un sumario del ideario demócrata ante las elecciones presidenciales. Logró una síntesis de su versión 2024: Kamala. Obviously. Sintético en el dar por descontado la superioridad moral de la vicepresidenta candidata y en dar por descontado el conocimiento de todo lo que ella representa y del orden mental y operativo de sus prioriades. La confianza depositada en el patrimonio partidario inajenable de consenso suficiente y voto eficiente de enteras demografías fidelizadas a la ‘máquina’ o mecanismo demócrata cuyo alto grado de irrealidad confirmó el hecho consumado de la elección. Un principio de uno de los principios de acción política cuya idoneidad para la auto-lesión se veía probada por el fracaso oficialista, más acá de una derrota de la que ponía al descubierto uno de sus resortes inmediatos.
En los análisis y reacciones a la derrota demócrata, vemos, oímos y leemos inscrita en una secuencia derechista la decisiva opción electoral de los siete estados en péndulo que este 5 de noviembre, sumando su voto al de las mayorías que tenían muy decidido y desde hace tiempo el suyo en los estados ‘rojos’, ganó a la biografía política del republicano Donald Trump su segundo y último mandato. Con alarma o regocijo, según la fuente, inscriben este triunfo presidencial trumpista, renovado aunque no consecutivo, en una historia armónica de derechización de naciones y repúblicas. Historia regional, para quienes se detienen en Brasil y la Argentina, en Jair Messias Bolsonaro y en Javier Milei. Occidental, para quienes citan Italia y Alemania y los Países Bajos y Hungría que este semestre preside desde Budapest a las 27 naciones de la Unión Europea. Mundial, para quienes ven más lejos y alegan a los países más poblados de la tierra, Filipinas, Indonesia y aun, o desde luego, la India de Narendra Modi.
Como en muchas otras ocasiones, entre quienes desaprueban el cúmulo creciente de simplificaciones, hay voces que reiteran su fatiga ante el uso anacrónico de un eje obsoleto de izquierdas y derechas. Como en todas las ocasiones, no tiene por qué ser derechistas electorados ni votantes cuyo voto benefició a candidatos derechistas. Ni tampoco conviene concluir que obraran así por engaño, si por fidelidad a una causa desesperada que oían declarada como suya y primordial por un partido, votaron por ese candidato que la sostenía. Aunque fuera dudoso de antemano que de triunfar los favoreciera una vez en el gobierno, tanto por deserción de una voluntad ahora mutada (o salida a la luz en su verdad mentida) como por imprevista (sin haber sido imprevisible) insolvencia logística de los medios que prometió como solución y resolución de los males de la encrucijada para la cual se había ofrecido como único redentor viable.
Sería apresurado dar por respondida la pregunta sobre los móviles de un comportamiento colectivo al discernir quiénes han sido sus definitivos, exclusivos y leoninos beneficiarios. Trump puede ser un ‘fascista’ como resumió Harris en el discurso de cierre de campaña. Pero eso no hace de su electorado ‘el verdadero tacho de basura’, según la reacción del presidente Joe Biden acusando de racista a un stand-up comedian que en el cierre de campaña de Trump sugirió que Puerto Rico era ‘una isla del mar Caribe rebosante de basura’.
En 10 estados de EEUU el 5 de noviembre cada electorado estadual, además de elegir nuevas autoridades para los Poderes Ejecutivo y Legislativos, participó en referéndums sobre el aborto que buscaban dotar de protección constitucional en cada estado para el derecho al aborto. En 2022 la interrupción voluntaria del embarazo había sido privada en Washington DC por un fallo de 6 de los 9 integrantes de la Corte Suprema de la protección constitucional federal de la que las mujeres gozaban desde una sentencia de 1974 del mismo Tribunal supremo. En 8 de los 10 estados, un promedio de seis sobre cada 10 votos, o una proporción mayor, fue a favor de proteger constitucionalmente el derecho al aborto y aun de explicitar sus términos y extender la legalidad al fin del embarazo. En estos estados Kamala Harris, que había hecho campaña con el argumento de federalizar el derecho al aborto, perdió. El derecho al aborto demostró ser más popular que la candidata oficialista demócrata.
En los beneficiarios de un comportamiento colectivo sería riesgoso hallar móvil secreto y explicación suficiente y satisfactoria para una acción colectiva. “Las injurias inferidas a un tigre no tienen por qué ser rayadas”, razonó Borges. “El mundo, desgraciadamente, es real, yo, desgraciadamente, soy Borges”, concluye otro ensayo argentino. “Trump, desgraciadamente, es la respuesta incorrecta a preguntas correctas”, proponen en Impromptu, un podcast animado por la periodista Amanda Ripley en el Washington Post. El diario de la capital de EEUU rompió en 2024 rompió su añosa tradición de endosar candidaturas presidenciales por voluntad de Jeff Bezos: el dueño de Amazon y multimillonario rival de Ellon Musk es también dueño del diario de la investigación del caso Watergate que hizo renunciar a Richard Nixon cuando dos de sus periodistas, uno de ellos votante republicano registrado, revelaron que el presidente republicano había ordenado espiar las oficinas del partido Demócrata. El significado último del abstencionismo de Bezos es elusivo: sin alardes de periodismo independiente, el Post militó todos los días, por la victoria, que no se dio, de Joe Biden y de Kamala Harris.
AGB
El mandatario posó exultante y photoshopeado en la gala de Trump. Es raro y excesivamente normal. Fascina y a la vez repele. Todo lo que le importa es conseguir otra forma de salir en la foto, de que lloremos los zurdos, de que hablemos de él.
Trump, Stallone, Elon Musk y la noche al ritmo de Village People de Javier Milei
Según cómo se lo mire, Javier Milei puede ser un ridículo o un líder con un control casi total de su imagen. Es probable que sea ambas. ¿Será el afán de “hacer llorar a los zurdos” lo que ata esos cabos? Tal vez por eso posa en todas las fotos, se manda a photoshopear la cara hasta la exageración y hace todo lo que hace: porque da de qué hablar. Si generan indignación, están haciendo las cosas bien. El Gobierno y sus aliados aplican esa regla a rajatabla.
Milei es icónico por lo que tiene de raro, sí, pero también por lo que tiene de normal. Se saca fotos con figuras de renombre mundial, con líderes y gente de la altísima sociedad… levantando los pulgares. Lo que hace cualquier chabón que no sabe cómo salir bien en las fotos en él se vuelve una insignia que invita a la imitación de otros. ¿Cabe alguna duda, entonces, de que sea el más meme de todos los presidentes?
Tweet de Milei en respuesta al jingle de Gelatina “Trump no me llamó” que se burlaba de que, supuestamente, Trump no quería hablar con él.
¿Más que Trump? Sin duda. El presidente electo de Estados Unidos usa a los memes, Javier es uno con ellos. ¿Quién no posó en una foto a lo Milei? Para imitar a Trump hay que tener cierta habilidad, pero imitarlo al Javo está al alcance de todos. No hace falta ser Tarico, basta con agachar la cabeza, abrir bien los ojos y poner boca de pato. Es shitposting lejos del teclado.
¿Habrá tenido Fotolog el presidente? ¿Cómo posaba en las fotos en aquel entonces? La pregunta es más que anecdótica porque se trata de entender cómo desarrolló su estilo performático, al borde del cringe pero finalmente exitoso, en la época en la que todos nos fuimos volviendo un poco más dueños y más esclavos de nuestra imagen, preocupación que antes solo tenían los políticos, las celebridades y los adolescentes (Milei es un poco de las tres).
En la performance constante del presidente y su séquito todo es joda y todo es serio a la vez. Así son los memes: bromas hasta que dejan de serlo para convertirse en premonición, en acierto (lo que ellos dicen “haberla visto”). Como la foto de Milei con Sylvester Stallone que valida (?) el clamor del Gordo Dan por el actor en los días de la asunción. “Lo vuelve canon”, dirán con gracia (que la tiene). Son fanáticos, no solo de las “ideas de la libertad” (censurar libros, insultar periodistas, votar contra la prevención de la violencia a las mujeres) sino de las celebridades con las que evocan ese paraíso perdido de la infancia, el de sus películas y series. Nenazos.
Trump y Elon Musk aman los memes. Por eso bautizaron “Department of Government Efficiency” (DOGE, como el perrito que llora) al organismo con el que el dueño de X hará su homenaje a Federico Sturzenegger, convirtiendo a nuestro Ministerio de Desregulación en el “template” de esta nueva cartera del Estado norteamericano.
Trump y Musk aman los memes y por eso lo aman a Milei. Los memes son graciosos, pero a veces son difíciles de entender. Desconciertan, acaso como el presidente de un país que pocos saben dónde queda y que llega a un evento en el que se concentra el nuevo poder de occidente acompañado de su hermana. Que baila YMCA como un loco sin soltar la carpeta que lleva a todos lados.
Milei es raro y excesivamente normal. Milei fascina y a la vez repele. Pero lo más importante es que Milei es inevitable. Porque llegó primero, aunque Trump ya haya gobernado antes. Porque gritó más fuerte. Porque no le importa nada. No le interesa que el país que preside sea el único en votar en contra de todo lo bueno y a favor de todo lo malo, si esto le da otra forma de salir en la foto, de que lloremos los zurdos, de que hablemos de él.
Alguien que le avise a Trump, que es él quien llega al mundo de Milei y no al revés. Eso los vuelve a él y a su futuro ministro de desregulaciones y trolleo dos argentinos más: condenados al devenir de nuestro presidente.
NC/DTC
En este episodio, Tamara y Male Rey conversan sobre el libro Cómo pisar una cáscara de banana de Adrián Lakerman, Otto y Vera de la editorial Ralenti, La sustancia, Aliens y Anorexia y la película sueca Aprender a Soltar.
Algo Prestado es un podcast de elDiarioAR realizado por Tamara Tenenbaum, junto a un invitado cada semana. Está alojado en Spotify, plataforma líder para la publicación de podcast, y también en otras aplicaciones de streaming.
AB
No al matrimonio heterosexual, no a tener hijos, no a las citas o a las relaciones sexuales: ese es el espíritu del movimiento con que respondieron mujeres que sienten la victoria del republicano como una afrenta a sus derechos. ¿Puede inscribirse dentro de los feminismos un movimiento que directamente excluye a los varones de la ecuación?
En 2006, después de alrededor de 500 crímenes, un grupo de esposas y novias de pandilleros del municipio de Pereira, en Colombia, protagonizaron una Huelga de piernas cruzadas: si no le ponían un freno a la violencia, ellas no iban a tener sexo con ellos. En 2009, un grupo de mujeres de Kenia, encabezadas por las esposas del presidente y del primer ministro, que estaban enfrentados, organizaron una huelga sexual durante una semana para que los rivales llegaran a acuerdos. En 2011, unas 300 mujeres de Santa María del Puerto de Toledo de las Barbacoas, una zona rural colombiana, decidieron abstenerse de tener relaciones sexuales con sus parejas hasta que repararan una vía que estaba en mal estado.
Las huelgas sexuales como estrategia de grupos de mujeres para llamar la atención, visibilizar conflictos y transformar una realidad injusta pueden rastrearse a lo largo de la historia política con distintos fines e impacto. En la mayoría de los casos son medidas de fuerza que pueden ejecutar solo algunas personas, pero que buscan un bien comunitario y colectivo sin distinción de géneros. Estas formas de protestas están presentes desde la antigüedad: ya en la comedia Lisístrata de Aristófanes la protagonista propone esa medida de fuerza en busca de la paz en medio de las guerras.
Hace una semana, tras conocerse la victoria de Donald Trump en Estados Unidos, en pocas horas el hashtag #YourBodyMyChoice (tu cuerpo mi decisión) ocupó espacio de la conversación en la red social X y mensajes del tipo “Las mujeres son propiedad” llegaron a campus universitarios. Como reacción, algunas mujeres blancas empezaron a agitar un boicot a los varones heterosexuales y revitalizaron un movimiento que había surgido del otro lado del océano, en Corea del Sur en 2017 y 2018 al calor del #MeToo norteamericano y después de que el gobierno surcoreano responsabilizara a las mujeres por la baja de la tasa de natalidad: el de las 4B. Después de una saga de protestas contra la cultura machista este movimiento tomó relevancia y masividad durante las elecciones presidenciales del 2021, cuando fue electo el conservador Yoon Suk-Yeol.
“Acá, trabajando en mi cuerpo, que ningún hombre va a tocar durante los próximos 4 años”, escribió Issa desde San Diego en un vídeo que subió a Tik Tok donde se la ve en el gimnasio corriendo en la cinta. “Yendo a mi trabajo donde gano más que los hombres que votaron a Trump”, posteó Mikhaila desde Nueva York, en un vídeo selfie donde se la ve caminando por la calle, en esa misma red social. Otras decidieron raparse o cortarse el pelo. Todas usaron el hashtag viral #4B y algunas sumaban a la etiqueta Kamala Harris. También circularon vídeos de mujeres, la mayoría afroamericanas que se inclinaron mayoritariamente por la candidata demócrata, burlándose de las blancas.
Tras el 5 de noviembre, el término “movimiento 4B” se convirtió en uno de los más buscados en Google en Estados Unidos en sólo 48 horas: se cuadruplicaron las consultas en busca de su significado. Las 4 B remiten a palabras coreanas que empiezan con esa letra: Bihon (NO al matrimonio heterosexual), Bichulsan (NO a tener hijos), biyeonae (NO a las citas con varones) y biseksu (NO a las relaciones sexuales con ellos). En algunos medios estas acciones fueron narradas como una “tendencia feminista”.Pero, ¿puede inscribirse dentro de los feminismos un movimiento que directamente excluye a los varones de la ecuación?
Las estrategias separatistas pueden producir espacios seguros pero, ¿qué capacidad de transformación de la realidad efectiva puede tener? Se ha repetido hasta el cansancio que “muerte al macho” es una metáfora y que los feminismos, en líneas generales, pretenden el utópico final de la desigualdad de género, la eliminación de la discriminación y las violencias machistas.
“Muchas mujeres jóvenes sienten que el voto a Trump es un voto contra de sus derechos, a favor de la discriminación y el machismo. ¿Hay algo de eso? Seguramente. Hay una porción de votos ideológicos y también hay brechas de género, pero ni son unidimensionales ni tienen que ver con la genética o la biología sino con cómo vivimos en las sociedades capitalistas. Esto también parece obvio pero creo que la distinción es importante porque implica estrategias y perspectivas diferentes en la lucha contra la opresión y la desigualdad. En sí mismo, el movimiento 4B representa una estrategia impotente, no resuelve ningún problema. Sin embargo también podría ser antesala de un resurgir de la movilización, ¿por qué no?”, reflexiona Celeste Murillo en la última entrega de su newsletter, donde se pregunta como pase de comedia dentro de la tragedia: “¿Y si los hombres no votaran?”.
La polarización política y sexual ya tiene forma de una guerra entre los sexos y está desatada. Como toda reacción, los posteos en X y los vídeos en TikTok que comparten mujeres con la etiqueta 4B tienen mucho de enojo, indignación, catarsis por los resultados y, por el momento, en una lectura literal, poco de propositivo de cara al futuro y un rechazo que sólo cierra filas. Desde una lectura performática y optimista, quizás sea un gesto reactivo germinal que encienda acciones más organizativas, programáticas, y realmente feministas que busquen como objetivo el bien común.
MFA/DTC